La pareja se conoció en noviembre del 2009, en la fiesta de la Noventosa, en ese entonces ella tenía 28 años y él 32. ”Como adultos, ya teníamos bien definido nuestros objetivos, y al poco tiempo decidimos casarnos, seguros y confiados que esto iba a funcionar”, relata Rosmary.
La pareja contrajo matrimonio civil el 21 de mayo del 2011. Estaba imposibilitada de casarme por iglesia porque Fernando era divorciado, sin hijos, pero divorciado al fin”, cuenta ella.
Con la ilusión de toda pareja recién casada, Rosmary y Fernando buscaron enseguida tener un bebé y así llegó a la familia María Fernanda. “Mafe, nuestra primera hija llegó el 21 de julio del 2012, fue el día que esperé por más de 20 años porque siempre soñé con ella.
En ese momento todo era perfecto, yo sentía que tenía el control de todo y que era lo que nos merecíamos como matrimonio”, cuenta emocionada.
Fortaleciendo la fe
Cuando la pequeña cumplió tres años, el matrimonio pensó en un hermanito para Mafe. “Arrancamos la búsqueda, solo que a diferencia de la primera vez yo no quedaba embarazada. Provengo de una familia católica, pero nunca sentí la necesidad de llevar a la práctica mi fe”, rememora.
Luego de tanto tiempo de búsqueda, el ginecólogo le sugiere a Rosmary seguir un tratamiento de fertilidad, al cual se rehusó rotundamente. “Ahí me di cuenta que no todo dependía de mí, entonces mi mamá me dijo entrégate a la Virgen María y fue así que el 8 de diciembre del 2015 llegué a Caacupé con toda la ilusión y la fe puesta en que la Virgen me iba a regalar ese gran milagro y postrada a sus pies le imploré que me regale otro bebé, si era realmente la voluntad de Dios”, se sinceró.
Casi como un milagro, efectivamente esa fe y sus rezos profundos a la Virgen dieron resultados y en abril del 2016 quedó embarazada. Por si fuera poco la buena nueva llegó por partida doble. “En junio en la ecografía me dan la gran noticia que eran gemelos idénticos univitelinos, y que esta clase de casos se da uno cada 200 embarazos”, menciona feliz recordando ese momento.
DIFÍCIL PRUEBA
Rosmary cuenta que fue una gestación muy complicada, al punto de quedarse en cama a partir de los cuatro meses de embarazo, por el alto riesgo de pérdida. “Pasaban los meses y mi cuerpo estaba sumamente deteriorado porque mi constitución física es pequeña y prácticamente no podía respirar, moverme, no conseguía incorporarme sola y dormía sentada en el sofá”, relata.
La situación ayudó a acrecentar su fe en Dios y en la Virgen María, encontrando momentos de paz y bienestar rezando el Rosario.
Las bebés nacieron el 20 de diciembre de ese año, prematuras. Antonella con 1,5 kg e Isabella con 2,0 kg., por lo que ingresaron a terapia intensiva. “El pronóstico era reservado, y a través de los días, fueron empeorando”.
“Fue ahí donde entendí que absolutamente nada estaba en nuestras manos, y con una cesárea reciente, le pedía a las licenciadas de la UTI que me ayudaran a arrodillarme para implorarle a Dios por la vida de mis pequeñitas”.
Por decisión de la familia, la madre recibió la visita de un sacerdote para hacerle el bautismo a las gemelas en la UTI, en la víspera de Navidad.
“Fernando y yo cenando la noche de Navidad en la habitación del Sanatorio, recibimos una llamada de la terapia para decirnos que nos necesitaban. Solo le imploré a Dios que no sea lo que estaba pensando”, rememora.
La pareja llegó donde estaban las recién nacidas y observan a todo el personal de la terapia en semicírculo. “Mis hijas no estaban en el mismo lugar de siempre”, recuerda.
La pediatra les menciona que las bebas tuvieron una mejoría milagrosa y que estaban fuera de riesgo. “Ahí dimensioné el valor de los sacramentos instaurados por el mismo Jesús y lo importantes que realmente son. Desde ese momento decidimos cumplir con el siguiente sacramento, que es del matrimonio ante la ley de Dios”.
Los tiempos de Dios
El primer paso era anular el matrimonio de Fernando. Según menciona duró cuatro años, por la pandemia, pero todo el trámite se realizó en Paraguay, con un equipo de abogados canónicos y un tribunal eclesiástico.
El 24 de setiembre pasado la pareja recibió la bendición nupcial, un sueño largamente anhelado por los dos, con sus hijas como testigos.
“Siempre digo que los tiempos de Dios son perfectos. María Fernanda entrando al altar con los anillos, Fernando entrando a la iglesia de las manos de las gemelitas, y yo del brazo de mi papá, para recibir mi tercer milagro, el sacramento del matrimonio”.
Para culminar Rosmary reconoce que “nada de esto hubiera sido posible sin la presencia de Jesús y la Santísima Virgen María en nuestras vidas. Es por eso que sugiero a las parejas que van a casarse que el matrimonio sea de tres, Jesús siempre al frente para llevar una vida de familia bendecida desde el inicio, no para que sea perfecta, sino que de las manos de ellos la carga es más liviana, ya que ellos nunca desamparan”, asegura.