Las elecciones internas tenían que hacerse el 12 de julio y las abiertas el 8 de noviembre. Por la crisis del coronavirus se postergaron para alguna fecha no determinada antes del 8 de noviembre de 2021. Nos hemos librado por un buen tiempo de las pecheadas de votos y de todo el circo electoral.
Los intendentes y concejales obtuvieron un año más de mandato y la posibilidad de usar royalties para pagar salarios, entre otros gastos. Lo interesante es que no pueden usar esta especial coyuntura para pedir el respaldo de sus electores.
Los caraduras que repartieron víveres, alcohol en gel y tapabocas a pobladores humildes con su nombre y su foto fueron escrachados y tuvieron que desistir de todo intento populista.
Hay quienes consideran que este periodo municipal extendido es una dictadura o gobierno de facto, pero vivimos una situación de emergencia global y no se pueden permitir las aglomeraciones de personas en los mítines electorales.
Además, en medio de tantas penurias, se agradece que al menos por un tiempo nos salven de la voracidad de los políticos en campaña.
En este contexto, no deja de ser llamativo que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, haya introducido a destiempo el factor electoral, al lanzar indirectamente la candidatura presidencial de un miembro de su gabinete, el actual ministro de Salud, Julio Mazzoleni. Lo hizo el jueves último, en un discurso durante la inauguración de obras en el Hospital Regional en Encarnación. Reaccionó indignado ante denuncias y publicaciones sobre presuntos hechos de corrupción en millonarias compras de insumos médicos que involucran al ministro Mazzoleni. Le dijo públicamente que es atacado “porque creen que te vas a candidatar a presidente” y reveló que, según datos del propio Gobierno, el secretario de Estado goza de un 98% de aceptación ciudadana.
Con inusual habilidad política, Abdo Benítez aprovechó la coyuntura, intentó desacreditar las denuncias de corrupción alegando que se hacen “por motivos políticos” e instaló la idea de que el funcionario hoy mejor perfilado de su Gobierno puede llegar a ser su eventual sucesor presidencial. Lo que pasó por alto es que faltan tres años para las elecciones generales y lo que menos quiere la gente en este momento es que se instale otra vez la lucha política.
Es cierto que Mazzoleni emergió como inesperado líder y buen gestor sanitario ante la pandemia y se ha ganado el respeto de un gran sector de la ciudadanía, pero no es menos cierto que están surgiendo muchos indicios de su responsabilidad administrativa en la frustrada compra millonaria de insumos médicos desde China, que actualmente es investigada como un presunto intento de estafa por la Fiscalía, responsabilidad que deberá ser debidamente aclarada en el proceso.
Instalar su demasiado prematura candidatura presidencial cuando todavía queda mucha tela por cortar es una irresponsabilidad política.