En Concepción recién se está formando una asociación para los pacientes oncológicos.
Cuando empecé en el Hospital Regional de Concepción no había para tratamiento oncológico, solo en IPS. Pero yo no soy asegurada.
Cuando supe que tenía cáncer de mama, lo primero que hice fue venir acá al Incan. Acá recibí todo el apoyo.
Ahora mi tratamiento es cada seis meses, sigo todavía con medicación diaria. Desde que ingresé acá, no tuve el problema de la falta de medicamentos o para realizarme un estudio.
Por mi mente no pasó que iba a tener cáncer. Tengo tres hijos que ahora tienen 23, 21 y 14. Ellos se quedaron con mi mamá en Concepción y luché acá sola.
Es doloroso llegar de lejos y que te digan que te queda ese tiempo de vida. Yo le conté a mis hermanos y ellos le contaron a mi mamá.
Yo no pude decirle porque ella tiene diabetes en nivel crítico y puede afectarle mucho más en su enfermedad.
Me acompañaron los compañeros y compañeras que conocí, también todos los doctores y licenciadas.
Tenía que operarme de las dos mamas. Ya me operé de una y ahora estoy luchando para operarme de la otra.
A mí me dieron seis meses de vida. Durante ese tiempo le pedí a Dios que me dé salud para seguir ayudando a los demás pacientes oncológicos.
Pasaje o comida
Cuando yo empecé mi tratamiento en la quimioterapia, mi apoyo era la administradora del grupo de WhatsApp Las elegidas. Se llama Cristina Melgarejo, ella es también paciente oncológica.
Durante mi tratamiento yo tenía que dejar para mi pasaje y no comer. Algunas veces comía huevo para tener para mi pasaje y venir acá al Incan para seguir mi tratamiento.
Yo le comuniqué a Cristina que no iba a poder seguir mi tratamiento. En ese momento solamente mi hermana me ayudaba desde Concepción. Cristina se contactó conmigo en el chat privado y me dijo que me iba a apoyar en todo.
También habló con mi hermana y mi familia para que pueda seguir mi tratamiento y terminar. Gracias a esa persona y a mi familia que conjuntamente trabajaron yo estoy así, acá parada, hablando.
Emprender palabras
Como mi mamá es modista, yo aprendí a usar la máquina de coser. Cuando empezó la pandemia, hice gorritos de tela y tapabocas. Los vendía a los licenciados y doctores del Incan.
Con lo que juntaba tenía para mi día a día, mientras seguía mi tratamiento que empezó en el 2018.
Ahora tengo un microemprendimiento. Alquilo un localcito en el kilómetro 16, en Capiatá, cerca del Aratirí. Mi local se llama E y X, por mi hijo más chico y la X por Xiomara, mi nietita de cinco años que me acompaña cuando vengo acá.
En mi localcito, además de mis confecciones, vendo artículos de limpieza que aprendí a hacer; hielo, remedio refrescante y bebidas.
Los productos de limpieza aprendí a hacer con clases virtuales de la Municipalidad de Capiatá, con apoyo de la empresa Chemical.
Estoy esperando que nos entreguen el ODS de Sinafocal y la notebook para poder vender mis productos por internet.
Escribí un libro que se llama El abismo de la vida. Lo sigo escribiendo. Ahí está la historia de mi vida.
¿Por qué le puse ese nombre? Porque cuando me diagnosticaron cáncer yo caí en un pozo oscuro, ese es el abismo. ¿Por qué la vida? Porque de esos seis meses que me dieron, ya pasaron casi cinco años.
Me dicen que traiga los jueves y viernes para venderlo acá, para las pacientes que quieran leer, para que no se resignen y sigan luchando. El libro cuesta G. 20.000 y pueden pedirme al (0981) 559-436.
De la venta del libro es para ayudar a pacientes comprando medicamentos, pañal y lo que se pueda.
Siempre voy a estar dispuesta a ayudarles en lo que pueda. También les digo que no dejen su tratamiento.
Oportunidades
Es muy doloroso recibir una noticia como la que tuve. Pero Dios siempre da otras oportunidades. Las seis cirugías que tuve son las oportunidades que me dio para seguir y apoyar a mis compañeras.
¿Por qué no apoyar a mis compañeras que están luchando, que están clamando por un medicamento?
Esa es mi lucha, ayudar a mis compañeros. Por eso, estuve en la manifestación, gritamos para que en otros hospitales oncológicos tengan los medicamentos.
Mi mayor deseo es que me den otra alta, es volver a mi casa con mi familia, a estar otra vez ahí. Ya me falta poquito. Voy a lograrlo porque Dios es grande.
Durante mi tratamiento yo tenía que dejar para mi pasaje y no comer. Algunas veces comía huevo para tener para mi pasaje y venir acá al Incan, para seguir con mi tratamiento.
A Noelia Almada (43) le dieron seis meses de vida cuando el diagnosticaron Cáncer de mama. Pasaron casi cinco años y hoy tiene su propio emprendimiento, ayuda a otras pacientes y ha escrito un libro sobre su experiencia.