A los cinco años fui diagnosticada con una enfermedad llamada miocardiopatía dilatada; el trasplante era mi única esperanza de vida.
Para mí fue algo muy difícil porque era muy pequeña; fue una situación muy difícil de asimilar porque es de vida o muerte. Tenía una expectativa máxima de dos años de vida.
Y entonces no existía una ley como la Ley Anita. Si bien existía el ente regulador que es el INAT (Instituto Nacional de Ablación y Trasplante) no estaba funcionando el programa, no se hacían trasplantes en los hospitales públicos como se hacen ahora. Por eso mi trasplante se hizo en un hospital privado; tampoco había campaña de concienciación de la donación de órganos.
Mi papá tuvo que viajar a España para buscar la posibilidad de que yo me haga el trasplante ahí. En Paraguay no se contaba con infraestructura, había sí médicos capacitados que podían hacerme el trasplante; pero no había lo más importante, y era el donante.
Mientras tanto, cada día mi enfermedad se agravaba más y yo iba perdiendo las fuerzas.
Entonces, mi padre redactó un mail pidiendo ayuda; mail que se viralizó a nivel país y logró que se reabra el programa de trasplantes.
Recuerdo que tenía muchos dolores, muchas molestias; me iba debilitando, ya estaba muy grave. Llegué al punto de que no podía comer porque todo lo que ingería vomitaba.
Como no aparecía mi donante, poco a poco iba perdiendo las fuerzas. Yo que nunca quise faltar a la escuela, ya no podía caminar ni correr y me tenían que llevar upa.
Mi mamá me llevaba igual porque, si no conseguía el trasplante, ella quería que por lo menos sea feliz en esos últimos días que me quedaban. Pero llegó un punto donde ya me tuvieron que internar. Entré a Terapia Intensiva porque mi condición ya no daba para seguir tratamiento en la casa.
Tenía seis años y estaba a punto de cumplir siete; se estaban por cumplir esos dos años máximos de vida y ahí apareció mi ángel donante.
Mi caso fue muy compartido en los medios de prensa.
Se logró concientizar a muchas personas acerca de lo importante que es ser donante y gracias a eso apareció un donante, a quien siempre estaré agradecida.
Fueron los medios de comunicación los que me ayudaron a tener voz para que más personas conozcan mi historia; así como ahora están haciendo con estas niñas que están en la lista de espera.
Y ese donante apareció y era de la ciudad de Hernandarias. No tuve el privilegio aún de poder conocer en persona a sus familiares. Solo mi mamá habló por teléfono con la madre de mi ángel donante.
Siempre me cuenta que ella no quería que otra mamá pase por lo que pasó: Perdió a su hija que tuvo muerte cerebral y no quería que mi mamá me perdiera porque yo estaba en mis últimas. Y así decidió donar el corazón de su hija para que yo siga viviendo. Ella sabía que ese corazoncito, que hoy late en mí, iba a poder seguir viviendo de alguna forma.
Recuerdo que cuando desperté con mi corazoncito nuevo, latiendo dentro de mí, me sentí como nueva; esa enfermedad ya se fue y yo estaba más que feliz porque por fin iba a volver a mi vida normal. Estaba muy emocionada, le llamé a mi mamá porque hacía rato que no la veía y le abracé muchísimo. Estaba feliz porque iba a volver a casa.
Pasión por el golf
Estuve tres meses en Terapia Intensiva y permanecí en el hospital casi un mes de recuperación. Ahí fue que empezó mi pasión por el golf.
Cuando me estaba recuperando del trasplante, ya en sala de internación, estaba muy aburrida y no podía hacer mucho esfuerzo. Y lo único que tenía era el teléfono de mi mamá que tenía jueguitos, no como los de ahora. Tenía dos juegos: uno de la viborita y otro de golf. Al principio jugaba más con el de la viborita, pero cuando probé el de golf me encantó. Terminé los 18 golpes y quería volver a jugar.
Entonces, les dije a mis padres que cuando saliese del hospital quería conocer un campo de golf.
Y así fue que conocí el Asunción Golf Club que, de hecho, sigo practicando allí.
Este trasplante a mí no solo me devolvió la vida, sino que me regaló nuevas metas, sueños que hoy poco a poco los estoy cumpliendo: pude terminar la escuela, el colegio, dedicarme al deporte y representar al país. En 2016 representé a Paraguay en los juegos argentinos y latinoamericanos para deportistas trasplantados en Mendoza y obtuve la medalla de oro.
Hasta ahí era el mayor logro que obtuve. Luego, en los Juegos Mundiales de Deportistas Trasplantados 2017, en Málaga, obtuve la medalla de oro y fui medallista de oro en los Juegos Latinoamericanos 2018 y en el World Trasplant Games 2019, en el Reino Unido.
Fuente de inspiración
Para mí el deporte es como una motivación para que más personas como yo no se rindan ante este tipo de situaciones. Y siempre que compito, pienso en que cada paso que doy, cada tiro, cada suspiro es gracias a esa segunda oportunidad que me dio la vida, y esa segunda oportunidad es gracias a mi ángel donante.
Todo lo que hago, no lo hago solo por mí, sino por mi familia; lo hago por mi ángel donante y su familia también. Nunca hay que dejar de trabajar por lo que uno quiere. Y hay que vivir y disfrutar al máximo de la vida porque no sabemos qué nos puede tocar el día de mañana. A mí me tocó precisar un trasplante, pero también hay casos donde vos podés ser el donante.
Hoy uso mi historia para motivar a más personas que están en lista de espera o que están pasando por algún momento difícil; todos los días recibo mensajes de diferentes personas trasplantadas o en lista de espera de todo el mundo diciéndome que me admiran y para mí esos mensajes son el motor que le da vida a mi corazón para que lata con más fuerza aún.
Tengo grandes sueños y quiero trabajar por una sociedad más solidaria y con más donantes y ahora terminé la universidad, la Licenciatura en Relaciones Internacionales.
Elegí esa carrera porque siempre me gustó lo que tenga que ver con acontecimientos a nivel internacional. Y siempre dije que quería representar al Paraguay, no solo en el deporte. Me gustaría, en algún momento, llegar a la Cancillería Nacional, siento que puedo aportar y también llegar a completar el escalafón para ser embajadora, sería un honor.
Siempre que compito pienso en que cada paso que doy, cara tiro, cada suspiro es gracias a esa segunda oportunidad que me dio la vida y es gracias a mi ángel donante.