–¿Se presentaron varios desafíos en este primer año al frente del Ministerio de Justicia?
–Llegamos en medio de una emergencia penitenciaria, basada en episodios de seguridad graves que trascendieron los muros, como la fuga de Samura, que tuvo características de película e incluyó la muerte de un comisario. Recibir en esas condiciones el Ministerio ya era un desafío.
–A unos meses de haber asumido, se dio una megafuga en Pedro Juan Caballero. ¿En qué se falló?
–La fuga se pudo producir gracias a la complicidad y la corrupción de funcionarios.
–¿Cómo llega a esa conclusión?
–Tuvimos otro episodio en agosto, que fue frustrado por la intervención del director, que demuestra que se siguieron haciendo las cosas como se hacían antes. La investigación de Anticorrupción reveló que en el mismo pabellón, con miembros de la misma facción (Primer Comando de la Capital), siguieron operando de la misma manera.
–¿Eso demuestra que hay una suerte de cogobierno en algunas penitenciarías?
–Hay connivencia y complicidad. Si vamos a hablar de la corrupción del funcionariado, tenemos que hablar necesariamente de la vinculación con estos grupos. Ya sea para dejar que sucedan las cosas o ponerse de acuerdo para que se den las condiciones o aportar elementos. Pero también hay funcionarios que están comprometidos con el sistema y que buscan que se haga bien el trabajo.
–¿Cómo se hace frente a esta alianza que ya viene funcionando desde hace tiempo?
–Hay que trabajar en enfrentar mientras se contiene la situación. Saben que las medidas van a tener consecuencias. En Pedro Juan destituimos a funcionarios contratados y sumariamos a otros. Nosotros no podemos retroceder.
–¿Estas decisiones tuvieron consecuencias?
–Hay personas que se acercaron a decirme que estaba demasiado de frente, que estaba moviendo demasiado el avispero.
–Se dieron otros intentos de fuga masiva que se detectaron a tiempo. ¿Siente que fueron mecanismos para sacarla del medio?
–En algún momento me dijeron que ese era el objetivo. Un funcionario me dijo que se iba a provocar un escándalo penitenciario, como un mecanismo para sacarme a mí.
–¿Recibió alguna amenaza?
–Yo lo que tuve fue un episodio de seguridad concreto e información con recomendaciones de que me cuide.
–¿Cuál fue ese episodio de seguridad?
–Intentaron cerrarnos el paso cuando íbamos a Emboscada. La expertiz y la rápida acción de los custodios evitó que pase algo. No se dejaron engañar, porque lo querían era que el vehículo en que yo iba, pare. Con información posterior, supimos que el objetivo era que me quede quieta, para con un segundo vehículo, atacar la camioneta que me trasladaba.
-¿El percance de la avioneta que la trasladaba también se enmarca en este hecho?
-Fue un accidente, porque no tengo otra información. No tengo elementos para afirmar lo contrario.
-¿Estos hechos la llevaron a plantearse la posibilidad de renunciar al cargo?
–Sí, pensé en renunciar. De hecho que lo hice cuando pasó lo de la fuga masiva. Yo no era culpable, pero era responsable política. A veces, nos embarga una sensación de desánimo cuando recurrentemente suceden cosas. Por cada medida que tomamos, hay represalias.
–¿Se puede luchar contra este sistema corrupto o es necesario empezar de cero?
–Hay que apostar a los nuevos centros penitenciarios, pero no dejar de enfrentar. Ese pensamiento que ya está todo descompuesto nos va a llevar a paralizarnos y no hacer nada.
–¿Mano dura es la solución?
–Hay que cuidar al tomar medidas, porque no todos están con grupos criminales. Garantizar los derechos, seguir trabajando en los programas de reinserción, monitoreando el cumplimiento de sus derechos humanos. No porque estemos enfrentados a grupos de crimen organizado, vamos a llevar por delante a todos. Es un equilibrio que debemos tener.
–¿No teme quedar encasillada como una suerte de mujer de hierro?
–Lo que tiene que ver con la corrupción y los hechos irregulares, tengo que ser dura. Pero no hay que olvidarse de que del otro lado hay muchas personas, que son seres humanos detrás de la carátula del expediente. Es el trabajo fino para no meter a todos en la misma bolsa.
–¿Se plantea el cierre de Tacumbú?
–Se tiene que cerrar. Más tarde o más temprano. Esa zona de la ciudad es parte de un plan de reconversión donde más tarde o más temprano llegará el desarrollo de la Costanera, donde por cuestiones de seguridad no podemos tener un centro penitenciario ahí. Tenemos que aprovechar esa circunstancia para cerrar Tacumbú y abrir otro en el Departamento Central.
–Las nuevas penitenciarías que se construyen en Emboscada, ¿cuándo estarán habilitadas?
–Creemos que en un año vamos a terminar la construcción, equipadas y con la tecnología necesaria.
–¿Qué piensa hacer luego de su experiencia como ministra? ¿Le ofrecieron incursionar en política o pugnar por algún cargo?
–Nadie me planteó ni yo me proyecté. A estas alturas, yo quiero terminar mi gestión entera y con eso ya me doy por satisfecha.
–¿Es muy desgastante el cargo?
–Tenemos un presupuesto muy apretado, todo el tiempo estamos en situaciones de conflicto, incendios que hay que apagar, nos convertimos todos en bomberos. Hay mucho sacrificio personal en este cargo y de mi equipo. Yo vine a trabajar en la reforma y por lo menos me quiero ir con las bases de la reforma sentadas.
–Si tuviera que hacer una autocrítica en este año de gestión, ¿cuál sería?
–Hubiéramos trabajado más de cerca con el sector político para obtener mayores respuestas. Como no vengo del sector político, ese aprendizaje puede que ya lo tenga el año que viene. No es ceder a presiones políticas, sino hacer un acercamiento.
La complicada lucha contra el crimen organizado que opera tras las rejas
Cecilia Pérez Rivas es abogada de larga trayectoria en el país. Antes de asumir la titularidad del Ministerio de Justicia, se desempeñó como viceministra de Política Criminal, entre el 2016, 2018 y 2019. Tras la renuncia del ex ministro Éber Ovelar, por razones de salud, juró como ministra, el 18 de noviembre del año pasado, en medio de una crisis penitenciaria a la que se había llegado por el hacinamiento en las cárceles y la cada vez mayor influencia de los grupos criminales. Los transnacionales Primer Comando de la Capital y Comando Vermelho causaban estragos enfrentándose con los locales del clan Rotela.
Según manifestó, su objetivo era llegar a sentar las bases para la reforma penitenciaria.
El 19 de enero de este año, un día después de cumplir dos meses en el cargo, se produjo la fuga masiva de internos en el penal de Pedro Juan Caballero, que hizo tambalear su gestión. 79 personas privadas de libertad ganaron la calle a través de un túnel cavado en una de las celdas donde se alojan internos del PCC.
A pesar de los rumores de destitución fue confirmada en el cargo.
En agosto de este año, se abortó un intento de fuga con similares características.
En la cárcel de Tacumbú, en Asunción, la ministra experimentó otras crisis con internos y funcionarios.
El 20 de octubre de este año, una joven que vende remedios yuyos intentó ingresar al penal una caja que contenía dinamita en gel.
La joven –según las investigaciones– es familiar de un ex funcionario penitenciario que está privado de su libertad y que habría sido destinatario de la encomienda.
Hay que apostar a los nuevos centros penitenciarios, pero no dejar de enfrentar. Ese pensamiento que ya está todo descompuesto nos va a llevar a paralizarnos y no hacer nada.
Nadie me planteó ni yo me proyecté (sobre la posibilidad de incursionar en la política). A estas alturas, yo quiero terminar mi gestión entera y con eso ya me doy por satisfecha.