En Paraguay Marito elevó a los memes a la categoría de principal producto de consumo cotidiano, a la altura del tereré o la empanada con pancito. Para decirlo cortito y al pie: Marito está para el cachetazo diario y en cada momento de su gestión presidencial hace el mayor de sus esfuerzos para no perder este sitial.
Cartes, quien en otras aristas más serias del devenir nacional, como, digamos, el judicial, debería tener un tratamiento más contundente, para decirlo de una forma amable, ha salido hasta favorecido por la sátira memética.
El ex presidente tiene todas las de perder en la guerra viral. Su aspecto desaliñado, su discurso tosco, sus limitaciones intelectuales y la grosera exposición de su sospechada fortuna personal deberían volverle ser presa fácil de las burlas 2.0.
En cambio, Marito tendría todas las de ganar. Su aspecto de nene bueno, su fotogenia e, incluso, el ser descendiente de la falsa cara graciosa del tétrico gobierno en donde armó su riqueza familiar deberían jugarle a su favor. Pero no. Es todo lo contrario. (Mejor no hablar del discurso, que igual que el de Cartes es burdo y sin mayor contenido).
Entre el chupín de Cartes y el traje de Abdo hay algo que subleva el humor social. Nada más ni nada menos que el famoso caballero don Dinero.
Cuando la economía marcha bien y la sociedad consume su felicidad gastando a manos llenas hasta los mayores estúpidos resultan graciosos. Cuando la economía naufraga hasta el más inteligente –que no es este el caso, hay que aclarar– queda como un insufrible idiota, un pelmazo digno de una misa de cuerpo presente.
El humor social pasa por el estómago. Y los memes funcionan como alka seltzer para hacer más digerible la realidad.
Pero la profusión de memes, esa rapidez sospechosa en su elaboración y la viralización facilitada y avalada por medios tradicionales afines tornan más que dudosa la intencionalidad de estos mensajes. En síntesis, los memes son o se hacen.
No existen mayores indicios de que detrás de estos cuchillazos humorísticos replicantes esté alguna mano negra. Pero, por las dudas, no hay que descartar que la miserable política vernácula esté sobrecargando los errores del Gobierno. Claro está que Marito flaco favor se hace a sí mismo, pues con sus decisiones torpes es víctima propiciatoria del hasta más inocente de los desestabilizadores políticos profesionales.
El término meme –como lo sabrá cualquier avispado– procede del lugar menos esperado: la biología. Richard Dawkins planteó en 1976 que las ideas podían ser transmitidas de cerebro a cerebro por intermedio de las interacciones sociales y la replicación.
Basado en modelos epidemiológicos consideró las ideas como pequeñas porciones de información propaladas como virus. Y si hay un virus-idea que este Gobierno debe afrontar, es que es inoperante, indeciso, torpe y que puede que no acabe su mandato.