Está muy bien que los supermercados hayan comenzado a cobrar a los clientes por las bolsas de plástico, y que también les vendan bolsas reciclables. Esta es una aplicación de la Ley 5414/15, que se propone reducir en un primer momento, y terminar con el uso de esas bolsas para el 2018. En principio, todos sabemos que el plástico es un material contaminante, que hace daño a la naturaleza y, por eso mismo, a los seres humanos, que dependemos de la naturaleza.
El principio es conocido, pero en términos generales; por eso muchos dicen que no hacen daño usando una bolsa cuando no necesitan usarla, por ejemplo, para llevar un chocolate que puede llevarse en la mano.
Una vez no hace nada, se dice demasiado; sin embargo, no se trata solamente de una vez, sino de una y otra y otra más, que debe multiplicarse por los miles de millones que tiene nuestro planeta. Así es como se contaminan los ríos y los océanos, intoxicando a los peces y a quienes comen esos peces intoxicados.

Sobre el punto hay suficiente información: buscando “Contaminación por plástico” en Wikipedia, nos encontramos con que, hacia 2012, había 165 millones de toneladas de basura flotando en los océanos; de esa basura, la mayor parte correspondía al plástico (en rigor, a los plásticos, pues se trata de un grupo de productos). La ONU, muy consciente del problema, estima que los países desarrollados quintuplicarán su basura para 2025, ¿cuánta nos llegará?
Concedo que no se puede prescindir del plástico de la noche a la mañana, pero se lo puede usar menos, y se lo puede reemplazar ya por materiales menos perjudiciales para el medioambiente. El reemplazo puede ser conveniente desde el punto de vista económico: en la India, muchos artesanos ganan dinero con la fabricación de bolsas de yute (tengo entendido que también en la China). ¿Por qué no hacer algo parecido aquí, para ensuciar menos y para dar trabajo a nuestros artesanos? Con algún apoyo del Gobierno y una mayor conciencia ecológica, ese sería un proyecto viable y deseable.
No necesitamos inventar la pólvora, sino aprovechar lo que ya está inventado y es menos destructivo que la pólvora. Por suerte, en el mundo existen personas e instituciones que nos alertan sobre el problema y nos proponen soluciones. Para dar algunos nombres, la Revista Ambiente y Sociedad es una publicación digital de suscripción gratuita y muy recomendable. Oxfam y Base-Is, dos oenegés que operan en el Paraguay, ofrecen material impreso gratuito y no siempre apreciado, como el de la ONU.
En una comedia de Bernard Shaw, un hombre decide repartir dinero en la calle y no le hacen caso, suponiéndose que, si lo regala, no ha de ser auténtico. Algo parecido pasa con muchos conocimientos accesibles y útiles, pero sin marketing, que no se toman en cuenta por eso.