En este gran experimento mundial en que se ha convertido la pandemia de Covid-19, las pruebas traspasan los laboratorios que trabajan por hallar una vacuna o los hospitales que ensayan tratamientos para reducir los índices de mortalidad. Se analizan los modelos de liderazgo político, las consecuencias sicológicas del confinamiento y el comportamiento que puede adoptar una sociedad para proteger la vida.
Entre las últimas discusiones en torno a las alternativas de prevención y contención surgen las propuestas de utilización de dispositivos tecnológicos para el seguimiento a los contactos sociales que tuvo cada persona y al comportamiento de los signos vitales.
En Alemania, el Instituto Robert Koch –que lleva el registro de casos de Covid-19 en el país– lanzó el martes una aplicación de donación voluntaria de datos vitales. La intención es identificar síntomas de la enfermedad a través de cambios en la frecuencia cardiaca o la temperatura corporal, mediante las señales que se emitan desde relojes inteligentes o brazaletes de ejercicios.
Cada usuario debe proporcionar datos sobre su edad, peso, género y código postal; esto último, para detectar zonas donde se puedan generar brotes. Los responsables de la aplicación aseguran que los datos se almacenan encriptados bajo un seudónimo, y que el nombre, la dirección y los datos de transacción no se envían al RKI. Horas después de que la aplicación estuviera disponible, ya se habían registrado 30.000 usuarios.
Para esta semana, se espera el lanzamiento del Pan European Privacy-Preserve Proximity Tracing (PEPP-PT), una iniciativa europea que consiste en una aplicación que registra los contactos con otros usuarios: si uno de ellos se infecta con Covid-19, las personas que estuvieron cerca son informadas del riesgo y pueden someterse a cuarentena o al test de diagnóstico. Esta opción es considerada una ventana potencial para aliviar las actuales restricciones, ya que podrá identificar posibles cadenas de infección y permitir un tratamiento oportuno. En ambos casos, se enfatizan los esfuerzos invertidos en la protección de la privacidad de los usuarios y el carácter voluntario de la descarga en los teléfonos inteligentes.
El creciente número de casos y muertes relacionadas con el Covid-19 ya nos convenció de abandonar nuestra libertad de movimiento –en algunos lugares más por conciencia y en otros, por temor a las represalias–, y hasta se acepta que los gobiernos hayan cerrado las puertas a los propios connacionales. ¿Dejaremos también que se sigan nuestros pasos y se conozca segundo a segundo nuestro estado de salud? Interesante experimento social que, hasta el momento, está demostrando que por motivos justificados estamos dispuestos a renunciar a libertades muy básicas. A tener cuidado…