29 abr. 2025

Mercosur y Unión Europea

La siguiente es una pregunta que se plantean a sí mismos los autores de este análisis: UE-Mercosur, ¿es una plataforma hacia una nueva era de integración transatlántica e intrarregional latinoamericana?

Este análisis evalúa el impacto sobre los flujos de comercio de la ratificación del convenio UE-Mercosur y de una agenda estratégica de integración más ambiciosa y profunda entre la UE así como América Latina y el Caribe a través de la interconexión y armonización de la red de acuerdos comerciales de los países de la región con la UE.

RESUMEN

• El acuerdo propuesto entre la UE y el Mercosur consta de un pilar político y de cooperación así como de un pilar comercial. Reduce barreras arancelarias y no arancelarias, impulsa el comercio y la inversión. Se compromete con el desarrollo sostenible.

•De ratificarse, la UE tendría acuerdos comerciales con el 95% del PIB de América Latina, posicionando a la UE como el principal socio estratégico de América Latina y al Mercosur como un actor clave en cadenas de suministro sostenibles y de alto valor agregado.

•Los flujos comerciales entre la UE y el Mercosur crecerían un 37% sin afectar negativamente el comercio con terceros.

•Si se aprovecha el acuerdo UE-Mercosur como plataforma para una integración más ambiciosa y profunda entre la UE y América Latina, el comercio bilateral aumentaría hasta un 70% y se potenciaría el intercambio intrarregional latinoamericano hasta un 38%.

•Podría crearse un espacio económico entre la UE y América Latina de 1.100 millones de personas y de un PIB similar al de la economía de los EEUU. Y la UE alcanzaría una relevancia comercial con el resto de América Latina equiparable a la de EEUU y China. Si se incluye o no a México en la comparación, el resultado podría variar un poco.

ANÁLISIS PRELIMINAR

El acuerdo UE-Mercosur, que engloba comercio, diálogo político y cooperación, es una oportunidad no sólo para reducir barreras arancelarias y no arancelarias con el fin de aumentar los flujos comerciales y de inversión, sino también sentar las bases de una relación estratégica basada en valores compartidos y una visión común sobre el desarrollo sostenible.

Las negociaciones sobre estas dos partes habían concluido el 18 de junio de 2020. El 6 de diciembre de 2024 se anunció adicionalmente un acuerdo sobre el Tratado de Libre Comercio TLC. Este aún no ha sido firmado. Requiere la aprobación de 15 de los 27 países miembros de la UE.

Aquí se evaluará el impacto sobre los flujos comerciales de la ratificación del acuerdo UE-Mercosur, así como de una agenda estratégica de integración más ambiciosa y profunda entre la UE y América Latina a través de la interconexión y armonización de la red de acuerdos comerciales de los países de la región con la UE. El impacto de esta hoja de ruta en los flujos comerciales birregionales transformaría a la UE en un socio comercial de América Latina de una escala comparable a la de EEUU y China. Daría un impulso significativo al comercio intrarregional latinoamericano, creando un espacio económico entre la UE y América Latina de 1.100 millones de personas y de un PIB similar al de la economía de EEUU.

He aquí la página web donde encontrar el estudio completo del Real Instituto Elcano de Madrid, importante para estos análisis:

https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/ue-mercosur-plataforma-hacia-una-nueva-era-de-integracion-transatlantica-e-intrarregional-latinoamericana/

INTEGRACIÓN REGIONAL EUROPA AMÉRICA LATINA

publicada el 11feb2013, ver análisis de Joaquín Roy

con biografía en https://www.plazayvaldes.es/autores/joaquin-roy

El marco del impacto de las decisiones y consecuencias de la Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac), que había sido celebrada en Santiago de Chile a finales de enero de 2013, con el recuerdo de la exitosa firma del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Centroamérica a mitad del año anterior, es más amplio de lo que parece. Estos dos hitos de las relaciones entre Europa y el bloque latino-caribeño cierran un ciclo de institucionalización que se remonta a la cumbre fundacional que había tenido lugar en Río de Janeiro en 1999, seguida por las de Madrid en 2002, en Guadalajara en 2004, Viena en 2006, Lima en 2008 y Madrid de nuevo en 2010.

Entrelazado con estas muestras mediáticas se inserta un nutrido y variopinto número de acuerdos comerciales, políticos y de cooperación. Conviene, sin embargo, sopesar la simultaneidad de los últimos acontecimientos con otros hechos recientes que de una forma u otra tendrán una incidencia directa en el éxito de la operación o afectando las relaciones entre regiones y bloques de Estados. En primer término, se aconseja tener presente el propio estado global de la integración regional y de la cooperación interestatal, incluso más allá del recinto europeo y de sus reflejos en las Américas. Esta actitud serviría de toque de moderación para la satisfacción por la finalización de las negociaciones con Centroamérica y las expectativas para el progreso de acuerdos con el resto del continente.

La integración regional a ambos lados del océano presenta un panorama contradictorio, paradójico y preocupante. Este escenario está presidido notablemente por la grave crisis financiera de Europa y, muy especialmente, en unos países emblemáticos para las referencias latinoamericanas, como es el caso notorio de España. Además, no debe olvidarse el propio cuestionamiento interno de la esencia histórica de la UE, puesta en duda en su médula supranacional y en el progreso de la joya de la corona, el euro.

Breve historia de Europa y América Latina. Se recuerda que la construcción de la UE desde el Tratado de París (1951) que puso en marcha la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) se apoyó en argumentos económicos hacia la creación de un Mercado Común con el Tratado de Roma de 1957, que dio luz a la Comunidad Económica Europea (CEE). Pero el objetivo fue político. Hoy la debilidad de la eurozona amenaza toda la UE. De ahí que numerosas voces demanden la alternativa de “más Europa”, que lleve a una unión política y no se quede simplemente en una unión fiscal. Se lamenta, un poco tarde, que la UE se diseñó con la vista puesta en el crecimiento y en el progreso, no con la mirada puesta en la regresión y las carencias de protección.

Consideradas conjuntamente, Europa y América Latina no estaban pasando por un buen momento con respecto a sus ensayos y logros de integración regional. Aunque ambas regiones recuerdan la fundación de sus sistemas de cooperación interestatal décadas atrás (1960, nacimiento de la ALALC; 1950, Declaración Schuman), los caminos seguidos han sido diferentes y con variados balances históricos. A pesar de la actual grave crisis financiera, Europa puede presumir de un balance en el que destaca que ha avanzado tenazmente, si se tiene en cuenta la comparación histórica versus la senda de la ampliación y profundización en el sistema de integración.

Por otro lado, la integración latinoamericana adolece, desde su fundación, de unas carencias innatas. La región ha experimentado un lento proceso de evolución en sus sistemas subregionales, sin una iniciativa sólida que incluya el riguroso concepto de integración real de todos los países del subcontinente. La resistencia endémica a una institucionalización efectiva y a la profundización de la elusiva supranacionalidad son obstáculos a toda luz insalvables. Hoy, la primacía de la soberanía nacional (tenazmente mencionada en cada uno de los acuerdos) y el presidencialismo someten a la región a implacable populismo.

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