Guillermo Areco
Cerro Porteño se reencontró con el triunfo en el Apertura con victoria por la mínima ante Capiatá (1-0), con su gente y en un juego en donde sufrió más de lo que mereció.
Monólogo del Azulgrana de arranque. Capiatá, que cedió terreno y con un claro esquema de doble línea de 4, apostó por aguardar lo que pueda elaborar el local, que con el correr de los minutos se fue volviendo predecible con sucesiones de toques sin trascendencia.
Aplomado atrás y con el claro panorama de apostar de contra, el Escobero tuvo sus chances, pero no supo capitalizar las veces que soltó al ataque a los hombres del medio, como apoyo en ofensiva.
PESO EN OFENSIVA. En la complementaria el ingreso de Haedo dio mayor jerarquía a la ofensiva del Ciclón que aumentó en intensidad, acorralando al rival, ahogando cualquier intento de salida.
Las bandas fueron más utilizadas con Arzamendia que se adueñó del corredor izquierdo, para soltar a Villasanti que emergió como conductor, mientras que Carrizo hizo gala de su velocidad para ganar en las pulseadas individuales. Por derecha, la precisión de Candia marcó diferencia como alternativa válida ante un rival que defendía con mucha gente en última línea.
La expulsión de Churín hizo cambiar de argumento. Con el ingreso de Cañete, Capiatá se animó a jugar más, aprovechando la superioridad numérica para ocupar espacios en el campo azulgrana, que tuvo que sufrir en los últimos minutos.
La ausencia de contundencia sigue siendo uno de los mayores déficits del Ciclón, que muestra un crecimiento importante en su juego.