23 sept. 2024

Metástasis generacional en el país guapito kelembu

No sabemos cuándo exactamente habrán empezado a manifestarse los síntomas, pero la enfermedad ya lleva bastante tiempo en el organismo del suelo patrio y ha estado cada vez más visible en las últimas décadas.

El cáncer de la corrupción ha estado manifestándose de manera cada vez más dolorosa y sin descaro alguno ante los miles de trabajadores que ganan el pan de cada día con el sudor de su frente y todas las partes de su cuerpo en atestados micros madrugadores.

Cada cierto tiempo, cual biopsia, los organismos internacionales realizan su análisis y Paraguay aparece enarbolando la presea en los primeros puestos de corrupción. De hecho, por ahora es el segundo país más corrupto del mundo.

No tenemos idea del momento exacto en que este quiste empezó a enraizarse con fuerza durante la época de la dictadura stronista.

En la larga y execrable noche stronista, además de matar o silenciar a quien osara desafiar al todopoderoso, meter la mano, el brazo, los pies y todo el cuerpo en la lata del Estado, era un deporte por excelencia en la función pública.

Cuando el tiranosaurio stronista, cuya dieta consistía en sangre y jovencitas, tuvo que firmar con cañonazos su renuncia, despertó la ilusión de que el saqueo al Estado acabaría. Que la ilusión nos valga.

A 35 años de la caída de la dictadura, vemos que el cáncer de la corrupción no solo sigue gozando de buena salud. Se ha expandido a las nuevas generaciones de privilegiados por su cercanía con el poder.

Es así que aparecen los rostros que estaban invisibles hasta antes de las publicaciones periodísticas que demostraban sus privilegios.

Salen los hijos de..., sobrinos, amigos, compañeros de fútbol, amantes ocasionales o reiteradas engarfiados todos a las ubres del Estado.

Algunos de estos especímenes, incluso, ya empiezan a hacer gala de su enmohecida herencia politiquera desde su curul parlamentario.

“Los que llegan a los cargos, llegan gracias al Partido Colorado. Lastimosamente, muchos creen que los tienen porque son ‘guapitos’ o porque tienen la pared llena de títulos. Hay que mojar la camiseta”, había dicho durante la campaña el ahora (según parece) presidente de la república, Santiago Peña.

Los guapitos kelembu que se encargan de la metástasis corrupta en el país no necesitaron demostrar ni un tipo de capacidad.

Solo necesitaron dedicar varias horas de su mísera vida detrás del seccionalero o dirigente politiquero de turno. Otros, en cambio, realizaron su meteórico ascenso solo por portación de apellido.

Algunos ni siquiera necesitaron pertenecer al partido. Desde sus carpas opositoras, cruzaron de manera liberal su dignidad y falta de vergüenza para actuar como patéticos Oompa-Loompas.

Cada cinco años pareciera ser que el paliativo para tratar la enfermedad está en manos de la ciudadanía, al acudir a las urnas.

Sin embargo, los resultados recientes muestran que el cáncer sigue cada vez más vigente. Más aún, ante una sociedad que no ha comprendido que los votos no solo se cuentan, sino que también se defienden cuando es necesario hacerlo.

¿Se curará alguna vez el Paraguay del cáncer galopante de la corrupción? ¿Tendrá alguna cura posible? ¿Podrá, al menos, tener un breve descanso? ¿El país tiene un diagnóstico de enfermo terminal?

El extenso catálogo de nepobabies y los dinosaurios nos hace creer que a este país le lloverá otro siglo de mala suerte, como mencionaba el compilador en uno de los pasajes de Yo el Supremo.

El festival de derroche, de transas, de coimas, acomodos de parentelas y arreglos bajo la mesa, llevándose la mesa, incluso, al final de la reunión, parece gozar de buena salud.

Dependerá de quienes se sienten abofeteados por esta situación decir basta a este cada vez más insostenible panorama de impunidad feudal. Solo así podremos augurar una mejor salud para el país.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.