La velocidad de los vientos extremos en el país puede llegar hasta 150 kilómetros por hora (km/h), durante la ocurrencia de una tormenta severa. Es lo que ocurrió, por ejemplo, el sábado último en Ciudad del Este, donde –como siempre sucede– son viviendas precarias las más afectadas.
En Encarnación, a su vez, se forman repentinos torbellinos que hacen huir despavoridos a los veraneantes de las playas.
Estas dos ciudades, en particular, están bajo la influencia del denominado corredor de tormentas severas que afecta –entre diciembre y febrero– a siete departamentos de la Región Oriental (Canindeyú, Caaguazú, Caazapá, Guairá, Alto Paraná, Itapúa y Misiones; ver info).
“Con cada tormenta estamos expuestos a distintos fenómenos, entre ellos, dos tipos de vientos extremos: uno conocido como corriente descendente o microexplosión y la otra, un tornado”, explica Julián Báez, de la Dirección de Meteorología e Hidrología.
Reconoce que estos vientos que pueden oscilar entre “120 a 150 km/h, por lo bajo” no son detectados con anticipación por los sistemas meteorológicos locales. “Con el radar meteorológico algún indicio podemos tener, pero nos falta mucho porque nuestro personal tiene que estar más entrenado en la detección de tornados o corrientes descendentes y, segundo, el sistema de comunicación”, según Báez.
Se cuenta, eso sí, con el potencial de ver 30 minutos antes de que ocurra un tornado. “El problema de la predicción de este tipo de eventos es el tiempo en que uno lo detecta y, consecuentemente, el tiempo disponible para alertar a la posible población afectada. Entonces, siempre se va por lo más genérico, al establecer un alerta definimos un área que coincide con la zona de cobertura de la tormenta”, comenta.
Se carece, entonces, tanto de recursos humanos como tecnológicos. Meteorología cuenta solo con un radar simple; en tanto que actualmente la tecnología en radares meteorológicos –de doble polarización– “sí permite prácticamente de manera automática detectar áreas de potencial riesgo de vientos muy fuertes”, señala. “Tenemos lo básico –agrega–, pero para tener una eficiencia en la comunicación de este tipo de fenómenos nos falta a los meteorólogos la capacidad de detectar los vientos extremos puntualmente y cómo comunicar”, insiste.
alerta. Báez manifiesta, no obstante, que con un buen sistema de difusión de la alerta tal vez sean suficientes esos 30 minutos. “En sociedades avanzadas como Estados Unidos, está demostrado que con la red de radares que tienen, han reducido daños como consecuencia de un aviso temprano de posibilidad de tornados y estamos hablando del mismo tiempo, de 30 minutos antes. Pero hay un mecanismo de comunicación muy eficiente”, relata y completa con un aspecto que le tocó presenciar: “La misma TV, sea pública o privada, deja de transmitir y automáticamente pasa un aviso de posibilidad de tornado”.
Descampado. Los tornados, en algunas ocasiones ocurren en las ciudades y son visualizados, pero en la mayoría de las veces ocurre en campo abierto, entonces el impacto es prácticamente nulo, según indica el meteorólogo.
“Es algo que ocurre regularmente y los vientos registrados por nuestros sensores no precisamente son del lugar del tornado; ese es otro problema, ya que su escala de acción es muy pequeña”, refiere y añade que los vientos extremos se dan en espacios de 5 km por 10 km. “Un área extremadamente reducida que puede pasar desapercibida de las estaciones”, apunta.
“Se requiere mayor cantidad de sensores para poder detectar con precisión la velocidad de estos vientos, pero si ocurren visiblemente los vientos son superiores a los 120 km/h”, refuerza.