13 ene. 2025

Milei el profeta

Muchos de nosotros estamos encantados con las políticas de Milei en el uso de la motosierra, la licuadora y el freezer. Pero, sobre todo, con su capacidad de profeta, habiéndose cumplido todo lo que había predicho. Para los paraguayos hay algo que es como música para los oídos: El tipo está echando a los planilleros o ñoquis y racionalizando egresos para dar señales coherentes de que el robo y el malgasto de lo público son pecados sin perdón. No hay plata. Eso significa cortes en los gastos, precios relativos más realistas y congelamientos de las obras públicas para contener el déficit fiscal. En la escala macroeconómica algunas de estas medidas están dando buenos resultados. El presidente argentino logró, en un año, llevar a cero el déficit fiscal, incluso con superávit; con eso cercenó la emisión y pudo mitigar la inflación, pudo disminuir la brecha cambiaria y evitar que aún con inflación, menos corrosiva, muchos ingresos se actualicen licuando el escenario de crisis. Al mismo tiempo, toda la actividad económica tuvo una fuerte disminución y los niveles de pobreza sufrieron un aumento, que se espera sea temporario. El presidente aguarda que los mercados se autorregulen y que vuelvan al equilibrio por medio de la mano invisible. La gran estrategia es desarmar todo lo que había en cuanto a regulaciones K y ver qué y con qué se puede comenzar todo de nuevo. Una estrategia Ex - Novo. Si las economías se autoorganizaran todo sería más fácil. Pero por lo que se ve eso no está aconteciendo.

La estrategia de Milei es la confianza en el libre mercado basado en el poder mágico de los precios. El problema es que la mayoría de las teorías económicas consideran a los mercados como instituciones y como tales necesitan ser normalizadas y reguladas. Los mercados son construcciones artificiales de un grupo de seres humanos, y no siempre funcionan como dicen los libremercadistas: En modo natural sin que nadie intervenga como réferi. Nada surge de la nada. La recuperación en V debería ser autónoma, es lo que tanto espera su ministro de Economía, el Toto Caputo, a quien lo conocí hace pocas semanas en Corrientes, y a quien espero verlo en el Uruguay en estas vacaciones. Veremos qué pasa. Hasta ahora no hay señales de autonomía en términos de recuperación del ritmo de la actividad económica, y probablemente no las habrá, sin algún tipo de política pública que sea deliberada.

El gran problema argentino es el pago de su deuda, principalmente los intereses. Tanto los de la deuda pública externa como la de los pasivos remunerados. El principal de estos últimos simplemente pasó del balance del Banco Central al balance del Gobierno en el Tesoro Nacional, convirtiendo incluso los intereses que se habían acumulado en deuda a ser paga en el futuro. Qué tal la jugada. Brillante. Fueron maestros en disfrazar el déficit cuasifiscal de sus LRM que ya no figuran en el balance de la banca central. Lo que se está evitando es pagar intereses de letras para frenar la inflación con mayor emisión que genera más inflación. Bien. Con relación a la deuda externa que se paga con dólares, dicen que ahora la Argentina tiene la misma cantidad de reservas en divisas internacionales, RMI negativas, de alrededor de menos diez mil millones de dólares, tal como tenía la nación cuando se fue Fernández. La única manera de obtener más dólares para pagar la deuda externa o sus intereses es generando superávit comercial y de balanza de pagos, lo que con la disminución de la actividad y la revalorización de los pesos es más difícil. Argentina es ahora menos competitiva en el mercado internacional para sus exportaciones, se volvió más cara de repente, y comprar del exterior desde la Argentina, con un tipo de cambio apreciado, se vuelve más conveniente. Como todavía hay cepo o control de cambios, nada es muy equilibrado, digamos, y por eso no es posible lograr ningún tipo de superávit en dólares por abundancia de exportaciones, como para tener las divisas suficientes para pagar la deuda externa. El teorema de Marshall-Lerner nos dice que la respuesta o elasticidad (mayor a 1) de la cantidad de exportaciones y de importaciones a un cambio de precios es importante considerar. Lo más probable es que como la industria nacional exportadora de Argentina se está volviendo menos competitiva, las importaciones aumenten y entonces el superávit externo se deteriore o no se alcance lo suficiente como para pagar los compromisos en dólares del Gobierno. Algo argel. Es decir, la apreciación del peso tiene sus ventajas porque mitiga la inflación, pero sobre todo tiene también enormes desventajas para poder pagar los compromisos externos.

El gran tema es entender que si la industria nacional se desmorona, como está aconteciendo con el aumento de las importaciones, la pobreza también aumenta, como se puede observar. Eso significa que la gente empobrecida que no tiene trabajo, al no tener dinero para comprar nada, lógico, los precios de muchos productos nacionales comienzan a bajar o a dejar de subir, para competir con los importados. Y así por delante. Entonces, menos inflación puede haber, y está aconteciendo, por efecto de una mayor pobreza, gente sin dinero, que deja de producir y de consumir lo nacional, y entonces se desinflan los precios en modo coincidente con una actividad disminuida. La gran pregunta es entonces: De dónde vendría la recuperación de la actividad económica. Quién vendrá para salvarlos.

La política antiinflacionista argentina tiene la característica de desactivar la economía, disminuir los ingresos, empobrecer a la gente y por ende algo debe aparecer para reactivar la actividad. Y nada se ve en el horizonte. Lo que se ve en el mismo es todo lo contrario. Una permanente espada de Damocles de una eventual devaluación del peso lo que significa que muchos mantienen sus posiciones en dólares para protegerse de una pérdida en pesos en cuanto a sus obligaciones en dólares en el caso de que la divisa se dispare. Si eso ocurre la gente querrá más dólares desprendiéndose apresuradamente de sus pesos buscando divisas, lo que va a empeorar las cosas. Ya pasó en muchos países incluso en Argentina.

La esperanza es Trump –una especie de ñande amigo para Milei; “contacto cercano de Peña, quien dijo que ya habla con él evitando al embajador en Asunción”– a partir de que asuma en los EE.UU. Se espera que el amigo presione al FMI, que es un club de liquidez, para que acceda a dar más dólares a Argentina. Es poco probable que el board del club acceda porque la historia les recuerda que nunca sirvió para nada; lo hicieron con Macri, y ya saben los resultados. Y nada será suficiente como para bancar una dolarización, es demasiado dinero. La idea con Macri era tener dólares guardados para garantizar a los inversores externos de que habría divisas fuertes en el caso de que inviertan en el país, ganasen dinero, y quieran repatriar sus utilidades hacia el exterior. Repito, hoy es una total dolarización lo que se pretende, lo que hace casi imposible que el FMI coopere. Qué tal. Hace poco consiguieron dólares de corto plazo empeñando oro argentino, creo que.

Entonces, la opciones de una reactivación son: Conseguir una plata gigante del FMI, flujos de inversión externa directa por la confianza que Milei despierte en el exterior y exportaciones que saltan por la explotación espectacular y la venta de commodities energéticos como son los yacimientos de Vaca Muerta. En los tres casos no hay buenas expectativas, por lo menos en el corto plazo, mientras la gente se sigue empobreciendo. Y en el largo plazo estaremos todos muertos, ya saben quién diría eso.

Finalmente, como la inflación se reduce no solamente por una cuestión monetaria contractiva, sino que, es más, como consecuencia también de una demanda interna ajustada a la baja, por gente que no tiene ingresos, precios también a la baja, entonces aquello que mitiga el alza de precios es la misma anomalía que se quiere eliminar: La actividad ralentizada. Qué dilema el de Milei. Cuando la demanda interna está casi apagada, lo único que suele reactivarla es que el gobierno decida gastar más. Y eso es una herejía para las leyes de la teología anti-estatista de Milei. Todo lo contrario, el ministro Caputo se vanagloria del superávit del Gobierno, lo que es nada más y nada menos que un número de exitismo contable con el cual no se compra nada que alguien lo pueda producir, pagando salarios para tal efecto. Ningún bien público que le sirva a la gente. Probablemente sirva para pagar los intereses de la deuda pública. Correcto. Podría ser. El riesgo del malgasto político todavía está muy nuevo en la memoria de Milei por lo que la motosierra suena aún mucho mejor antes que el motor de retroexcavadoras y motoniveladoras que podrían estar trabajando en la construcción de las obras públicas.

Disminuir la inflación reduciendo la actividad económica es una receta eficiente, pero supone tener en cuenta las consecuencias políticas y psicológicas. En primer lugar, el descontento social debe ser contenido por un tiempo suficiente como para que llegue la inversión, los ingresos y el gasto suficientes como para reactivar la economía. En segundo lugar, la gente debe poder sobrevivir psicológicamente lo bastante con la esperanza tan bien transmitida por Milei, quien había advertido que se sufriría bastante por un tiempo que sea necesario para salir del desastre que habían recibido como herencia, tan bien explicado en sus espectaculares discursos. Un gran comunicador. La energía del eslogan Viva la Libertad Carajo comienza a desvanecerse. Está llegando el momento de la verdad. Las fuerzas del cielo deben hacer el milagro. En 2 Reyes, en la Biblia, en una charla entre profetas, Elías le dice a Eliseo que le pida qué quiere que él le haga antes de separarse de su colega. Eliseo le pide una doble porción de su espíritu (1). Al instante Elías sube a los cielos en un carro de fuego. Ojalá Milei reciba lo mismo (1) y sepa cómo reactivar la economía y que no tenga que usar un helicóptero para subir a los cielos y salvar su pellejo. Saludos cordiales.

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