Con minuto de silencio, el repique solemne de campanas y unidos en la oración y en la fe, los fieles católicos entre lágrimas pidieron a Dios consuelo y fortaleza para los familiares de los fallecidos a causa del Covid-19.
Esto, durante una misa réquiem en memoria de las más de 7.500 víctimas de la pandemia del coronavirus y que tuvo lugar ayer en la Catedral Metropolitana de Asunción.
La celebración estuvo presidida por el arzobispo monseñor Edmundo Valenzuela, quien resaltó el gesto organizado para acompañar a centenares de familias que sufrieron la pérdida de un ser querido y que, por ‘’los condicionamientos impuestos’’ por la crisis sanitaria no se despidieron de sus difuntos ni encomendarlos a la misericordia de Dios.
‘‘El Covid, en este tiempo tan raro, nos ha cambiado la forma de acompañar a nuestros seres queridos fallecidos. Entramos en un conflicto en torno a la tradición de los velorios, las exequias litúrgicas, las condolencias de familiares y el luto. La gente no pudo despedirse del cuerpo del fallecido, pero muchos han aprovechado las redes sociales para hacer memoria de ellos como si aún estuvieran vivos’’, señaló.
El homenaje arrancó a las 10:00 con el rezo del santo rosario en la explanada de la Catedral, donde se dispuso un memorial con más de 1.000 nombres y 300 fotos de fieles difuntos, que fueron recibidos por la Arquidiócesis en los últimos días para el homenaje. También se montó un altar de nueve escalones. El rezo de los misterios estuvo a cargo de los Heraldos del Evangelio.
El arzobispo refirió que durante estos meses, de enero hasta hoy, mes de mayo, fuimos inundados con una avalancha de números sobre los muertos, ‘‘quienes han pasado de una vida normal a la inesperada muerte y llevados casi a escondidas al cementerio o a ser cremados’’.
‘‘Hemos conocido las lágrimas de familias que no pudieron ni despedirse de los miembros amados, que fueron amados primero por Dios y luego, han sido madre, padre, hermano, hermana, pariente a quien despedir con la oración y el afecto familiar’’, indicó.
El acto prosiguió con una ofrenda de rosas blancas a la Madre Dolorosa en memoria de los fieles difuntos, a las 10:35 con el toque de honor de las trompetas y posteriormente el minuto de silencio por los seres queridos que dejaron de existir. El solemne repique de campanas se extendió por 20 minutos antes de la misa.
En su reflexión sobre la furia del virus, monseñor Valenzuela se refirió a las muertes rápidas, impredecibles, en las que las familias se han mantenido lejos de la escena final, no pudieron acercarse a la cama donde el familiar, amigo estaba muriendo, no pudieron decir adiós, celebrar su funeral, recibir abrazos y consuelo. Para el religioso, la pandemia representó una amenaza real a la integración social fundada sobre el culto a los muertos.
Señaló que la imposibilidad de realizar la tradición con gestos y rituales según la tradición cristiana representó una enorme herida, ‘‘un desgarro intolerable de nuestra forma de velar por los muertos’’ y como sociedad se sufrió cierto atropello a la identidad histórica porque ni siquiera se ha podido llorar a nuestros muertos.
‘‘Hemos sufrido la falta de nuestras costumbres funerarias, las exequias y entierros normales. Lamentamos que en nuestra sociedad tan cristiana no pudimos evitar el hundimiento de la convivencia familiar y no pudimos proteger una tradición de las más sagradas, como es el de enterrar a los muertos con dignidad cristiana y en la esperanza de la vida eterna’’, refirió el arzobispo.
CRÍTICA
Monseñor Edmundo Valenzuela criticó al Gobierno por la imposición sanitaria “inhumana” a la hora de enterrar a los muertos por el coronaviurs.
‘‘En esta celebración queremos denunciar la inhumana imposición que se nos impuso imposibilitándonos a realizar los gestos y los ritos tan humanos para despedir honrosamente a nuestros seres queridos. Ellos ya viven para Dios, para siempre’’, refirió el arzobispo al tiempo de preguntarse: “¿Se ha querido negar la muerte, haciéndola invisible y distante, quitándola de nuestra vista?”.
También se preguntó si es admisible la delegación total a las empresas funerarias del cuerpo de los muertos quitándoles a las familias y a los niños el ver y tocar a sus muertos, hasta que estén dentro del ataúd. ‘‘¿Estamos encaminados hasta no expresar las condolencias, como si estuviéramos queriendo negar la muerte? Eso no significa olvidar a los muertos, olvidar que existían’’, denunció.
Ante los nombres de los fallecidos entregados a la Madre Dolorosa, Valenzuela dijo que estos seres queridos sobreviven en nuestra historia. ‘‘No basta tener sus nombres en las páginas de Facebook con fotos, mensajes, súplicas, oraciones. Sus almas descansan en paz, Cristo Jesús ha muerto y resucitado para darles también a ellos, como dice San Pablo “si vivimos, en Cristo vivimos, si morimos, en Cristo morimos. Tanto en vida como en muerte para Dios vivimos’’, resaltó.
7.534 fueron las víctimas fatales del Covid-19 desde el inicio de la pandemia, según datos oficiales de Salud.
1.000 nombres de fallecidos por el coronavirus fueron recibidos por el Arzobispado para el homenaje realizado.
300 fotos de víctimas del virus fueron impresas y colocadas en un memorial en la explanada de la Catedral.
Lamentamos que en nuestra sociedad tan cristiana no pudimos evitar y proteger una tradición de las más sagradas, como es el enterrar a los muertos con dignidad cristiana y en la esperanza de la vida eterna.
Toda esta realidad ha impactado con efectos dolorosos la vida síquica y espiritual de muchas familias que necesitan intervenciones terapéuticas y consuelo moral y espiritual para expresar las condolencias ante un duelo tan difícil.
Monseñor Edmundo Valenzuela, arzobispo de Asunción.