Uno de ellos es el vestido de la película Sabrina (1954). La actriz, que creo su personaje con un aire parisino, pidió al director de la película que el vestuario sea de Balenciaga y como el modisto no podía cumplir por falta de tiempo, entonces le envió a uno de sus alumnos, el un joven diseñador de alta costura con una de las agujas más elegantes de Francia, Hubert de Givenchy. Así, empezó una conexión entre ambos artistas que dio paso a icónicos vestidos en la historia de la moda. Y según trascendió en varias entrevistas dadas por el diseñador, la actriz, que no era todavía muy conocida en Europa, llegó a su estudio. Cuando le dijeron que “la señorita Hepburn” quería conocerlo, él pensó que se trataba de Katherine Hepburn, una de las divas del momento. Aquella noche cenaron juntos dando comienzo a una amistad indestructible. Su vínculo fue tan incondicional como su admiración mutua, tanto que Audrey logró que el diseñador fuera, por contrato, el encargado de vestirla en sus ocho siguientes películas, entre estas Desayuno con Tiffanys.
ENTRE LOS DISEÑOS. Al final del filme apareció el vestido corto de cóctel en satén. Compuesto de falda amplia, al que el diseñador le modificó el escote a petición de la actriz para disimular su clavícula, añadiendo tirantes de lazos en los hombros.
Se hizo tan popular que terminó llamándose por aquella época “escote Sabrina”. Hasta ahora es fácil encontrar versiones de esta pieza en las boutiques.