Monseñor Adalberto Martínez asumió este domingo como arzobispo de la Arquidiócesis de la Santísima Asunción. En la toma de posesión hizo un llamado a los laicos y no laicos a recuperar los valores sociales para lograr que Paraguay sea la patria soñada.
Tras realizarse la ceremonia de toma de posición, en la Catedral Metropolitana, el nuevo arzobispo dio su extenso mensaje en que señaló que todos los integrantes la Iglesia tienen “la misión urgente de iluminar con el Evangelio las sombras y los pecados sociales” que amenazan la vida del pueblo.
“Somos conscientes de que Asunción, como capital de la República, sede de los Poderes del Estado y de las principales instituciones públicas, es la caja de resonancia donde tiene eco toda la vida del país y es el lugar donde se sienten y se visualizan los grandes y graves problemas sociales, políticos y económicos que padece la nación”, sostuvo.
Martínez señaló que su nombramiento coincide con un momento en que el crimen organizado ha permeado y corrompido gran parte del tejido social, político, económico y hasta religioso de nuestro país.
Asimismo, mencionó que “se ciernen en el horizonte negros nubarrones de inestabilidad política y social como consecuencia de la inequidad estructural y el grave deterioro de las condiciones de vida de los sectores más vulnerables y de la propia clase media”.
Afirmó que parte de esto se debe a la falta de políticas públicas de bien común, así como a la corrupción e impunidad y, en parte, debido a factores climáticos que produjeron una prolongada sequía y que tendrá serias repercusiones en lo social y económico en el corto y mediano plazo.
Nota relacionada: Monseñor Adalberto Martínez asume este domingo como arzobispo
Alegó que de no adoptarse programas eficaces de protección social, los niveles de pobreza extrema se profundizarán y puede recrudecerse el hambre, sobre todo, “en los más pequeños en el campo y en la ciudad”.
Martínez tampoco olvidó apuntar al problema de la tenencia y propiedad de la tierra en el país. “La situación de las comunidades indígenas y campesinas bajo amenaza de desalojos exige un diálogo intersectorial e interinstitucional inmediato para encaminar soluciones pacíficas. No habrá paz sin un diálogo y concertación en el marco de la justicia social, como enseña la doctrina social de la Iglesia”, advirtió.
También puede leer: Adalberto Martínez Flores es el nuevo arzobispo de Asunción
Leyó nuevamente un pasaje de la carta que los obispos han publicado anteriormente, en el que se recalca que es necesario y urgente el protagonismo de los laicos “para que, desde los valores del Reino, contribuyan a transformar las situaciones de pecado que oprimen a nuestro pueblo: la corrupción, la inequidad, la violencia silenciosa de la pobreza que excluye y descarta a los más débiles, niños y ancianos, indígenas y campesinos, jóvenes sin oportunidades ni horizonte para sus vidas, familias desestructuradas, agresión al medioambiente, entre otros males que padecemos en el Paraguay”.
Señaló que de estas y otras penosas realidades son partícipes los laicos, sea por acción u omisión. “Si bien nos dirigimos prioritariamente a los bautizados, la tarea del bien común es de todos, sin distinción de credo religioso ni partidos políticos. Es una apelación a todas las personas de buena voluntad, ciudadanos de bien que están llamados a ser parte de una cruzada nacional para el saneamiento moral de la nación. Esta es una tarea urgente e impostergable”, enfatizó.
“El Paraguay necesita con urgencia signos de esperanza de quienes tenemos responsabilidad ante la sociedad. El Paraguay nos necesita a todos, nadie debe estar excluido de la misión de recuperar los valores sociales y las virtudes que nos permitirán lograr la Patria Soñada (citados en la canción) de Carlos Miguel Jiménez”, concluyó.