07 ene. 2025

Monstruo

Cuando se afirma que la mayor amenaza que tiene América Latina es el crimen organizado y se repite sin asumirse lo que eso implica, solo nos queda rezar como decía aquel ministro del Interior de deshonroso pasó por la función pública.

Se agrava la cosa cuando el propio titular de la cartera de seguridad afirmó que el Estado paraguayo no puede enfrentarse al tamaño de amenaza con la que convive de materia cotidiana.

Viendo el comportamiento de algunos indiciados, como el senador Galeano, con prisión domiciliaria, pero con permiso para sesionar en el Congreso, no hace falta explicar nada. Menos, cuando unos colombianos son detenidos con casi un millón de dólares cuyo destino nadie conoce o cuando terminan matando al organizador y testigo del asesinato de Pecci, quien dijo que los mandantes del crimen fueron Cartes y Tío Rico Insfrán, ambos sin posibilidad de salir del país.

El fiscal Doldán, quien escuchó la misma versión del occiso, solo atinó a decir que es irrelevante que haya muerto total: “Ya dijo todo lo que sabía”. ¿Y? La manera y el tono de nuestra Fiscalía lleva a presumir que tanto el Ministerio Público y otros organismos de seguridad como la Senad y la Policía están inficionados con los criminales a los que deberían combatir. Estamos perdiendo la guerra contra el crimen organizado y no hacemos nada para revertir unos resultados que serán aún más trágicos para todos.

Los cuatro aviones Tucano comprados del Brasil no detendrán los miles de vuelos que operan en las casi 2 mil pistas clandestinas distribuidas en todo el país. Con la salida de la DEA las cosas se complicarán aun más. La posibilidad de detectar a los comprometidos en este tipo de delitos y con la condición de políticos estarán muy bien protegidos por el sistema mientras la metástasis del cáncer de la delincuencia se prolongará de manera aún más rápida en el cuerpo social del país. Ya no nos sirve de mucho las detenciones de cargas de drogas adentro y afuera si nunca pueden ir contra los verdaderos dueños de esas cargas.

La cuestión golpea tan duramente a la sociedad que policías aparecen envueltos en negocios con el hampa y muchos de ellos hacen parte de los cárteles locales de Canindeyú. Policías que detienen alijo de drogas del PCC y piden dinero por el rescate es un verdadero escándalo. Estamos tomados por las termitas (ikupi’i pa la ñande retã) y no reaccionamos. Muy por el contrario, asumimos nuestra deriva hacia un narco-Estado sin que amaguemos la menor reacción posible.

Las acusaciones del organizador del crimen contra Pecci fueron gravísimas. Los norteamericanos pusieron una recompensa de 5 millones de dólares para el que de información cierta sobre los mandantes del crimen y el abogado de la familia Pecci dijo con mucha claridad luego del asesinato del testigo en la cárcel bogotana: “El monstruo está vivo” y le agregaría que: Está entre nosotros. Fiscales y jueces hacen como que no supieran del problema y los primeros no demuestran ni espíritu de camaradería con el colega asesinado. En los organismos como el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento están los mecanismos de selección y apriete de los soldados al servicio del crimen. Ahí saben que serán protegidos y nadie entre ellos osará ir en contra de quienes sostienen este sistema cancerígeno que amenaza con extinguir nuestra vida social.

Los ejemplos de sociedades arrasadas por el crimen organizado abundan y hay Estados convertidos en funcionales a su operatividad como Nicaragua y Venezuela. Algunos amenazados al extremo como Ecuador y varias regiones de México y ni hablar del fallido Haití. Paraguay tiene que asumir la gravedad de este problema que excede la capacidad del Estado y de sus operadores que han capitulado ante estas organizaciones delictivas. Esperar para reaccionar solo agravará los costos que tendremos que pagar en vidas humanas y en putrefacción social y económica. Si no resolvemos civilizadamente con la ley pasaremos al estadio de los balazos. El monstruo del crimen organizado está muy vivo entre nosotros y constituye nuestra principal amenaza. O acabamos con él o él acabará con nosotros.

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