30 ene. 2025

Mucho circo, poco pan

Por Lupe Galiano

Por Lupe Galiano

Por Lupe Galiano

Esto de los desfiles es tan antiguo como la humanidad misma. Los romanos paseaban sus carros, sus gladiadores, al mismo César y a las legiones por el circo, las calles y todos los caminos que conducían a Roma. Hitler llegaba a juntar hasta 500.000 personas en un día flojito. En la Plaza Roja se juntaban millones de rusos de armiño y espada. Los símbolos: el águila, el rojo, las charreteras y el oro.

En Paraguay –que se vanagloria de sus dos guerras, como si fueran algo lindo– las marchas militares vienen de la época de María Castaña. Pero quien entendió el mensaje propagandístico, aleccionado por Goebbels, fue Stroessner. El dictador hizo de la pasarela de tanques, infantes, caballos, barcos y perros una verdadera fiesta del culto a la personalidad; la propaganda de una gestión, cruel, por cierto; y la demostración de una fuerza que colaboró con el millón de desaparecidos de la región. Los símbolos: el cóndor, el rojo, las charreteras y el oro. Una casualidad, ¿no?

Como ya lo dijeron muchas veces filósofos, analistas, politólogos y el mozo del bar de la vuelta, se fue Stroessner, pero no se fue el stronismo. Cuando asumió Rodríguez, como buen militar, quiso seguir con este show de tanques y ametralladoras cada 15 de mayo.

Wasmosy, el primer civil sin ninguna presunta contaminación verde o, también se encantó con el frufrú de las medallas. Lugo, de quien se esperaba un comportamiento más progresista, se dejó seducir por las botas, aun a pesar de que él mismo calzaba sandalias.

Cartes, otro civilacho que ni siquiera hizo el Servicio Militar cuando era obligatorio, y además es empresario con una supuesta mente más inclinada a los resultados que a las balas, anda por la misma senda.

Lo peor (primera parte) es que el mandatario de turno le hace soportar ese tremendo tedio a los embajadores, obispos y otros vecinos y amigos que se tienen que aguantar piolas porque decir mu equivale a un conflicto diplomático de marca mayor. Lo peor (segunda parte) es que es un gasto totalmente innecesario, que nunca en 27 años de democracia se transparentó. ¿Cuánto cuesta mover los xavantes, los tanques, los camiones? ¿Cuánto cuesta renovar las botas y los uniformes? ¿Cuánto cuesta alquilar las sillas, los toldos y las alfombras rojas? Lo peor (tercera parte) es que hay gente, que aunque sea feriado y porque es pobre, igual tiene que trabajar en el centro y se joroba con tanto trancón en el tránsito. Pero eso finalmente es un daño colateral y no le importa a nadie.

Y bueno: que siga el circo, pero sin pan.