La historia de Disney, dirigida por Barry Jenkins, está encabezada por Mufasa, padre de Simba, y en ella el espectador va a vivir de lleno una realidad muy cercana a los documentales sobre naturaleza, donde la lucha por el dominio territorial es básica para sobrevivir.
Jenkins, ganador del Óscar en 2017 por Moonlight , consigue en esta precuela de aquel éxito de 1994, que fue la más taquillera del año dar un paso más allá en el plano visual, con un ritmo trepidante, a través de imágenes hiperrealistas generadas por ordenador con las que captura la riqueza y diversidad de los paisajes de África, sin abandonar la fuerte carga sentimental de cada personaje.
Al contrario que su antecesora, Mufasa apenas deja espacio para la imaginación, ni mucho menos permite que el espectador se relaje en su butaca, sin dejar de sentirse arrastrado por una sucesión de escenas en las que el drama y la aventura se entremezclan.
Mufasa, el Rey León narra el ascenso del amado rey de las Tierras del Reino y recurre a Rafiki (el famoso momo babuino) para transmitir la leyenda de Mufasa a la joven cachorro de león Kiara, hija de Simba y Nala, así como a Timón (el pequeño suricata) y Pumba (un cómico jabalí) para que hagan de las suyas.
La historia se cuenta en flashbacks y presenta a Mufasa como un cachorro huérfano, perdido y solo hasta que conoce a un simpático león llamado Taka, heredero de un linaje real. EFE