30 abr. 2025

Música y política: La opereta de Milei

En Necesidad de música, George Steiner nota cómo el movimiento final de la Novena Sinfonía de Beethoven, el del Himno a la Alegría, puede inspirar tanto a políticos demócratas como a fascistas.

Si hay un arte que carece de moralidad es la música. Muchos sostienen que es el arte mismo el que no la tiene; pero es mucho más difícil encontrarla en el sonido antes que en la escritura, en la actuación o la pintura. En su carácter impalpable, más aún en su apelación a un sentido desterrado de nuestro proceso evolutivo, el del oído, la música desacomoda cualquier marco referencial a que están acostumbrados la palabra y el cuerpo humanos. Allí radica su excepcionalidad. Solo el del olfato puede competir frente a la capacidad auditiva de abstraernos de la fuente de nuestras percepciones. Sin embargo, aquel depende demasiadas veces de la referencia visual, además del gusto. Al contrario, cerramos los ojos y podemos escuchar mejor cualquier sonido, una práctica tanto cotidiana como relacionada con la ejecución musical y con su escucha: con artistas y público.

Luego de que el ultraderechista Javier Milei fuera el más votado en las primarias argentinas el pasado domingo, la cantante pop Lali Espósito calificó de “triste” y “peligroso” que el libertario —“antiderecho” lo llamó— obtuviera la mayoría en la preferencia del electorado del vecino país. La respuesta de Milei no tardó en llegar. Aseguró no conocerla —lo cual es francamente poco creíble—, escuchar más bien a los Rolling Stones y, también, ópera. “No soy muy idóneo en música popular”, remató.

Vocalista de una banda de covers de los Rolling Stones, en su primera juventud; en su segunda, economista de formación poskeynesiana (esto es, un liberalismo económico blando, de acerado corte fiscal), Milei llegó a su “madurez” de la mano de las ideas económicas anarcocapitalistas de Murray Rothbard, y de las dulces melodías de la ópera italiana a la manera de Gaetano Donizzetti, Giuseppe Verdi y Giacomo Puccini. A esta maduración, camino hacia su eclosión como figura política, hay que agregar la filosofía: las ideas libertarias de Ayn Rand, gurú de los devaneos filosóficos de las derechas propietarias en el mundo.

Este sugestivo cóctel da como resultado lo que en esencia es Milei: cierto desparpajo juvenil, rockero; radicalidad liberal, en lo económico y lo político; y espectáculo melodramático que roza lo kitsch, lo cursi. Como en Adolf Hitler, la música clásica es en Milei, además de un catalizador personal de emociones, una manera de expresar su propia “misión” política: alguna vez cantó el dúo Brindis de La Traviata para explicar, según él, la fiscalidad argentina: “Gastar y gastar y gastar y gastar, esa es nuestra regla fiscal”, parodió la célebre escena del Acto I. (También como en Hitler, dicho sea de paso, el amor por los animales es central en Milei: resulta llamativo cuántos libertarios de derecha y neofascistas tratan mejor a cualquier bestia antes que a personas de ciertas características específicas, como su origen social o su color de piel. Sin embargo, a su perro Conan, cuenta en El camino del libertario —mezcla de autobiografía y tratado político, como en Mi lucha del dictador alemán—, no le gusta para nada la ópera, pero sí el rocanrol).

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En todo caso, y volviendo a la cuestión tratada en el primer párrafo, no hay música de por sí inmoral, sino individuos que lo son en sus vidas privadas o públicas, sean artistas o escuchas. A Hitler le encantaba la música del antisemita Richard Wagner, mientras a Josef Stalin le gustaba la del francmasón Wolfgang Amadeus Mozart, así como a Milei le fascina el aria Nessun dorma, de Turandot, del germanófilo Puccini.

Recuerdo ahora aquel inolvidable cuento del escritor uruguayo Mario Benedetti, Escuchar a Mozart. Un torturador de dictadura lainoamericana “trabaja” con la música del genio de Salzburgo. Con ella lava sus culpas. Mientras destruye vidas con la picana y el “submarino”, se siente culto, decente y útil socialmente. Mozart, la música clásica, lo eleva. No es muy idóneo en música popular.

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