“Ha llegado el momento para una cinta de superhéroes encabezada por una mujer y Dark Phoenix es la línea argumental femenina más potente de la historia de X-Men”, explica el director y guionista Simon Kinberg en las notas de producción de una película que se estrena esta semana en todo el mundo.
Y añade: “El público ya está preparado para algo disruptivo, para una historia radical donde el bueno se vuelve malo y donde un héroe pierde el control hasta el extremo de ser destructivo, incluso homicida”.
Con esos mimbres llega Dark Phoenix, cuarta parte de la precuela compuesta por X: First Class, 2011; X-Men: Days of Future Past, 2014 y X-Men: Apocalypse, 2016, títulos que siguieron a la trilogía original: X-Men (2000); X-Men 2 (2003), y X-Men: The Last Stand (2006).
Hay, asimismo, una trilogía surgida del personaje de Hugh Jackman, Wolverine, y para 2020 habrá otra sin los personajes habituales, Los nuevos mutantes, en la que participa Antonio Banderas, según informa la web especializada IMDB.
La cinta, también primera que distribuye Disney tras la compra de todas las licencias de Fox, comienza con el flashback de un accidente de tráfico que sufre la pequeña Jean en 1975; de ahí salta a 1992 cuando los superhéroes son requeridos por el gobierno de Nixon para que ayuden a rescatar en el espacio a unos astronautas en peligro -"Houston, tenemos un problema"-.
Durante la misión, una misteriosa fuerza cósmica alcanza brutalmente a Jean Grey (Sophie Turner), que ha hecho un esfuerzo descomunal por ayudar a sus amigos. Pero lejos de desfallecer advierte que ha adquirido nuevos poderes que ni comprende, ni controla.
Este es el punto de partida de Dark Phoenix, el debut en la dirección del productor Simon Kinberg, que la presenta como el cenit de un ciclo de películas que comenzó hace casi dos décadas y que añade un punto de inflexión en la historia de los mutantes tal y como se conocen hasta ahora.
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La intención era “descolocar” un poco a una audiencia rendida a los cómics, reconoce Kinberg; para ello, muestra a los X-Men más enfrentados que nunca y personajes tan irreprochables como Charles Xavier (James McAvoy) vacilan en la cuerda floja.
Se cuestiona no solo su liderazgo, sino su rol de padre y protector, hasta el punto de que, en un arrebato feminista, Mystique (Jennifer Lawrence) le recrimina su pasividad y reclama el reconocimiento a las mujeres de X-Men: “Deberíamos llamarnos X-Women”, le espeta.
Y, en medio, una trama de alienígenas en busca de su identidad que, a modo de homenaje a Invasion of the Body Snatchers, aprovechan a una espléndida Jessica Chastain como demonio y tentación –impecablemente vestida y subida en unos estilettos de vértigo–, que pelea (y, a veces, gana) en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo.
Pero la protagonista absoluta de la entrega es Turner, la actriz pelirroja conocida por su papel de Sansa Stark en Game of Thrones, cuyos incontrolables poderes funcionan como detonante para que los X-Men se unan, se odien, se enfrenten y se adoren con más intensidad. Contamina hasta a Magneto (Michael Fassbender), que vive relajado en una especie de comuna hippie.
No es imprescindible, pero para entender Dark Phoenix ayuda recordar el final de X-Men: Apocalypse (2016): al igual que entonces, los superhéroes deberán enfrentarse a un mal que viene de dentro y se escenifica en los ojos de Fénix, que alternan entre el naranja del fuego y el azul angelical.
Para el director había “muchas razones” para dar el protagonismo a Phoenix, una mutante de nivel 5 que ya había dejado entrever lo poderosa que podía ser en X-Men: The Last Stand (2006), en aquella ocasión interpretada por Famke Janssen.
Eso sí, y de ahí el título, apoyándose en la parte más “oscura, cruda y real” de la pelirroja.