Los pichones nacieron en la parte alta de la isla Santa Cruz, indicó el Parque en un comunicado, en el que precisó que el ave es considerada endémica de las islas Galápagos desde el año 2016.
Una fuente del archipiélago comentó a Efe que el pequeño pájaro brujo “es una de las aves más carismáticas y coloridas” del archipiélago.
Con un peso promedio de 10 gramos, los machos lucen un plumaje rojo muy brillante en el pecho y cabeza, con plumas negras en el dorso, mientras que las hembras tienen plumaje color café chocolate en el dorso y amarillo cremoso en el pecho.
El ave ha sido registrada en más de 10 islas del archipiélago y su población en la parte alta de la isla Santa Cruz se limita a unas 40 parejas reproductoras, “lo que la convierte en una de las especies más vulnerables de extinción”.
Guardaparques y científicos han intervenido en puntos estratégicos del entorno natural del pájaro brujo para incidir en la restauración de su hábitat y controlar las especies introducidas que impiden la supervivencia de los pichones una vez salidos del huevo.
En el caso, por ejemplo, de la mosca parásita Philornis downsi, los científicos y guardaparques colocan, con suma precisión, un larvicida en la base del nido para evitar la proliferación de este insecto.
A finales de 2018, comenzó un proyecto experimental que incluía el control de la mora, cascarilla y sauco, especies introducidas que impiden el crecimiento de plantas nativas y endémicas que son el alimento y el hábitat del pájaro brujo.
Estas acciones se realizaron en seis parcelas de una hectárea, aproximadamente, en los sitios “Cerro Helechos” y “Los Gemelos”, en el área protegida.
Con ello, se facilitó que los pichones de la especie “puedan llegar hasta el piso del ecosistema y alimentarse de mejor forma”, lo que permitió que “la tasa de reproducción y crianza en forma natural de los polluelos sea positiva”, comentó Danny Rueda, director del Parque.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) designó en 1978 a Galápagos como Patrimonio Natural de la Humanidad.
El archipiélago está situado a unos 1.000 kilómetros de las costas continentales ecuatorianas y, gracias a su rica biodiversidad, es considerado un laboratorio natural, que permitió al científico inglés Charles Darwin desarrollar su teoría sobre la evolución y selección natural de las especies.