23 nov. 2024

Naciones Unidas: Una celebración necesaria

Guido Rodríguez Alcalá

El 24 de octubre de 1945 nació la Organización de las Naciones Unidas oficialmente. Para comprender la importancia de la fecha, debe señalarse que la ONU consagró, como principio básico, la igualdad de todas las personas, todas las culturas y todas las naciones del mundo. El artículo 2 de sus estatutos, la Carta de las Naciones Unidas, dice en su inciso 4: “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o a la independencia política de cualquier Estado o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”.

Esto último, que hoy cualquier persona sensata considera una suposición natural, no lo era al tiempo de fundarse la ONU (1945), cuando en África había solamente dos países plenamente independientes: Liberia y Etiopía; los demás estaban sometidos a formas más o menos directas de dependencia de poderes coloniales. Desde entonces hasta el 2000, 54 naciones alcanzaron su independencia, incluyendo la India (1947), Indonesia (1949), Vietnam (1954), el Congo belga (1960), Argelia (1962), Angola y Mozambique (1975). En muchos casos, por desgracia, la descolonización se alcanzó mediante una sangrienta lucha.

Antes de la proclamación de los principios universales de la ONU, el colonialismo tenía demasiada aceptación. Durante la Segunda Guerra Mundial, el presidente norteamericano Franklin Roosevelt tuvo serias discusiones con sus aliados Winston Churchill y Charles de Gaulle, porque les pedía que desmantelaran sus imperios coloniales. Recuérdese que, cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, unos pocos países europeos controlaban casi el 79% de la superficie mundial; que la situación no cambió mayormente al término de la guerra, cuando Inglaterra y Francia se repartieron los territorios coloniales de Alemania y Turquía, los imperios vencidos. Hitler, que había llegado tarde a la repartija colonial de territorios, quiso crear un imperio alemán a expensas de los países de Europa del Este; su fracaso puso en evidencia lo horrible de la guerra de agresión y de conquista. Como consecuencia, se consideró la igualdad de las naciones como un principio básico de la convivencia civilizada.

El ser humano es falible, y no siempre ha estado a la altura de ese principio. Aún así, es necesario defenderlo frente a la voluntad de ignorarlo frente de los fundamentalismos. Como si no hubiera bastado con la Segunda Guerra Mundial, que mató a cuarenta millones en Europa y a quince millones en Asia; con el Holocausto, y la destrucción material causada por el conflicto, ahora resurgen los fascistas que toman a la ONU como el blanco de sus ataques. Sus ataques verbales muestran un claro propósito de retroceder en la historia y repetir lo que jamás debe repetirse.