14:30-03/01/07
Desde mañana, jueves, Pelosi será la primera mujer en la historia del país que presidirá la Cámara Baja. Y como líder, o “speaker”, de la Cámara, tal y como estipula la Constitución será la segunda en la línea de sucesión presidencial, por detrás del vicepresidente Dick Cheney.
La nueva presidenta de la Cámara, de 66 años, es temida y admirada a partes iguales, e impone una disciplina férrea entre los suyos con la más cariñosa de las sonrisas.
Criada en una familia de larga tradición política, el padre de Pelosi fue alcalde de Baltimore (Maryland) y su madre, una feminista que se dedicó en cuerpo y alma a su familia.
Cuando Pelosi tenía sólo siete años, aprendió a atender las llamadas de teléfono que se recibían en su casa y a explicar a la gente cómo conseguir una cama de hospital o a dónde llamar para abrir un negocio.
Aunque profundamente identificada con los postulados demócratas, la legisladora no dio el salto a la política activa hasta los 47 años, cuando el más joven de sus cinco hijos acabó la educación secundaria.
Pronto comenzó a ganar importancia dentro de su partido, en el que es vista como una mujer de profundas convicciones, moral inquebrantable y, sobre todo, de armas tomar.
En 1987, fue elegida congresista por el distrito de San Francisco (California), adonde se trasladó después de casarse, y desde entonces no ha dejado escapar un escaño con el que los demócratas cuentan de antemano antes de cualquier elección.
Quince años después, tras el descalabro electoral demócrata en las legislativas, el veterano político Dick Gephardt se retiró como líder de la minoría en la Cámara Baja y cedió el paso a Pelosi, que obtuvo un amplio respaldo por parte de sus correligionarios.
Desde ese cargo, la batalladora congresista impuso la consigna del “prietas las filas” en un partido que el público percibe como muy dividido en asuntos como la guerra de Irak o la inmigración.
En su carrera política y en su palpable generosidad -es la primera en mandar flores a sus compañeros cuando sus cónyuges enferman- ha tenido mucho que ver su marido, Paul Pelosi, un rico inversor que ha puesto su fortuna al servicio de las aspiraciones de su mujer, como ella misma ha reconocido en más de una ocasión.
Desde su nuevo puesto, Pelosi podrá dedicarse a sus ocupaciones favoritas: criticar con fiereza a Bush, imponer orden entre los parlamentarios y articular una agenda claramente demócrata.
Y cerrar el día, como hace siempre, con una buena ración de chocolate antes de irse a la cama. EFE