Stephen W. Porges define la Neurocepción como el proceso por el cual nuestros circuitos neuronales diferencian si una situación o persona es peligrosa o amenazante para nosotros. O si, por el contrario, podemos sentirnos seguros con ella sin necesidad de estrategias defensivas. Aquí hay que prender la atención, ya que somos mucho menos capaces de descifrar a los demás de lo que admitimos.
Tomemos el caso de los Narcicistas. Según el Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) los narcisistas representan hasta el 6,2% de la población mundial, donde entre el 50% y el 65% son varones. ¡Otros especialistas afirman que la proporción es mayor: 1 de cada 6 personas!
Las características observables son: Sentimientos de grandeza y prepotencia, sobreestimando sus talentos sin contar con los correspondientes reconocimientos. Gran necesidad de admiración, absortos en fantasías de éxito y poder. Insisten en tratar solo con el líder o el dueño, tienen una ambición desmedida y un optimismo abrumador que a menudo va más allá de la realidad. Además, se creen superiores, especiales y únicos mostrando comportamientos arrogantes, de superioridad, humillando, desdeñando. Y pueden parecer seguros, pero cuando son criticados reaccionan desproporcionalmente con rabia y de manera desafiantemente.
Son peligrosos porque usan su carisma para manipular a otros sin culpa ni remordimientos, mientras carecen de empatía al no estar dispuestos a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás. Asimismo explotan las relaciones interpersonales aprovechándolas para sus propios fines, pretenden tratamientos especialmente favorables o de cumplimiento automático de sus expectativas en base a derechos autopercibidos. Y usurpan privilegios especiales y recursos adicionales que creen que merecen. Sus relaciones interpersonales son problemáticas, carecen de voluntad para asumir riesgos en situaciones competitivas en las que la derrota sea posible.
En el fondo, tienen un déficit de autoestima, se sienten inadecuados y con vergüenza de lo que son. Por eso envidian los éxitos y posesiones de los demás, devaluando duramente los aportes y reconocimiento de los otros. Intolerantes a la crítica y la derrota. Habita en ellos la ira, la venganza, los miedos, ansiedades y tristezas, llegando a ser muy propensos a uso de drogas. En fin, lo que ocurre en su intimidad recuerda el dicho “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.
Estas personas NO tienen cura porque no quieren cambiar. Consideran que el problema y la responsabilidad son de la otra persona. Entonces cabe tener en cuenta que no van a negociar diferente si hacemos concesiones, aportamos más valor del promedio de mercado, solicitamos un trato justo, esperamos una relación estable, recíproca y constructiva a largo plazo. La parte contractual que le corresponde al narcisista va a fracasar. Pues realmente es menos capaz de cómo se vende. Y cuando naufraga el negocio no asumirá ninguna responsabilidad e intentará destruir al otro sin piedad, rompiendo las normas sociales, jurídicas y éticas. Por ello, y siempre que sea posible, habrá que tomar distancia de los narcisistas.