Así lo ha hecho un estudio liderado por Alba Aller Egea, del Centro de Astrobiología (CAB), y publicado en la revista Astronomy & Astrophysics, que ha intentado averiguar un poco más.
Utilizando datos del telescopio espacial TESS (Satélite de búsqueda de exoplanetas en tránsito), los investigadores han intentado detectar estrellas binarias en el núcleo de ocho nebulosas planetarias.
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Nuestro Sol, con una edad aproximada de 4.500 millones de años, está en la mitad de su vida pero cuando pasen otros 5.000 millones de años, su tamaño aumentará hasta alcanzar la órbita de Marte y se convertirá en una nebulosa planetaria que expulsará las capas externas de su atmósfera hacia afuera.
Esta fase final en la vida de las estrellas ocurre en un periodo de tiempo muy corto en términos astronómicos, de unos 30.000 a 70.000 años, aproximadamente, hasta que la nebulosa se disipa en el medio interestelar. Alrededor del 99% de las estrellas en el Universo acabarán sus vidas de esta forma.
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Actualmente, se conocen más de 3.000 nebulosas planetarias en nuestra galaxia y el 80% de ellas con una forma compleja y fascinante que es muy difícil de explicar con el modelo básico de formación de nebulosas (acorde con nebulosas más bien esféricas).
Una de las explicaciones más extendidas es que esas inexplicables formas tienen lugar cuando en el proceso de pérdida de masa de la estrella se producen interacciones con una estrella compañera, lo que se llama interacción binaria.
Sin embargo, esta hipótesis aún no tiene una clara evidencia observacional ya que, hasta la fecha, solo se han detectado unas sesenta estrellas binarias centrales de nebulosas planetarias, por lo que detectar más estrellas binarias es imprescindible para comprender mejor esta fase de la vida de las estrellas como el Sol.
De las ocho estrellas centrales de nebulosas planetarias analizadas por el CAB, siete mostraron claros signos compatibles con la presencia de una estrella compañera.
“La octava, que no parece tener variabilidad al menos en los 27 días en los que se han tomado los datos, es la única nebulosa planetaria aparentemente esférica de la muestra, algo que corroboraría la teoría de la binariedad”, señala Aller.
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De especial interés son los resultados obtenidos para la nebulosa de la Hélice, una de las más estudiadas y una de las más cercanas a la Tierra (a unos 650 años luz).
“Gracias a los datos de TESS detectamos, por primera vez, una clara variabilidad en la luz que nos llega de su estrella central (lo que se llama curva de luz). Esta variabilidad podría ser consistente con la presencia de una estrella compañera de baja masa o un objeto subestelar (como una enana marrón o un exoplaneta), que podría estar reflejando la luz de la estrella primaria, mucho más caliente”, apunta la investigadora del CAB.
“El periodo de dicha señal es de 2,8 días, que sería, de confirmarse esa estrella compañera, el tiempo en que ambas estrellas orbitan la una alrededor de la otra”, agrega.
“Los datos de TESS también nos han permitido analizar otras características intrínsecas de las propias estrellas, como las frecuencias de sus pulsaciones o la rotación, algo que hemos podido ver en dos de las estrellas de la muestra (NGC 246 y RWT 152)”, apunta Sebastià Barceló Forteza, investigador del CAB y coautor del estudio.
Un aspecto importante que señalar es que “aunque este satélite nació con el principal objetivo de detectar planetas del tamaño de la Tierra, sus capacidades proporcionan una oportunidad única para investigar en otros muchos campos de la astrofísica”.
Y es que, al observar todo el cielo, TESS da acceso a una infinidad de objetos para el estudio y al hacerlo con una cadencia de 2 minutos permite ver fenómenos con una variabilidad muy rápida y de forma muy precisa, equivalente a detectar variaciones en la luz de las estrellas de hasta 100 partes por millón, o lo que es lo mismo, encontrar 100 ventanas apagadas en un rascacielos de 1 millón de ventanas encendidas.