A pesar de que la población pareciera estar acostumbrada al calor, que ciertamente es característico de la temporada veraniega, las olas de calor extremo que estamos experimentando son un tema que debiera causar preocupación a nuestros gobernantes. Particularmente son graves estos fenómenos que llegan con sequía y los terribles incendios. Las consecuencias son graves para el país y la economía, y también una amenaza para la salud. Urgen, por lo tanto, políticas públicas que ayuden a mitigar los efectos nocivos de este fenómeno.
Recordemos los incendios forestales en el Chaco paraguayo, en el mes de setiembre de 2024, en los que hemos perdido miles de hectáreas y lo que fue considerado un verdadero ecocidio y una densa humareda tóxica afectó a gran parte del país. En aquella ocasión se perdieron más de 181.000 hectáreas de bosques nativos en la reserva natural situada en la frontera con Bolivia y según los datos del Instituto Forestal Nacional (Infona), a nivel de todo el país las pérdidas llegaron a 353.000 hectáreas.
Con las olas de calor, la falta de lluvia y los incendios, la población sufre asimismo por la terrible calidad del aire, afectando a quienes padecen cardiopatías o enfermedades pulmonares. En 2024 llegamos a una situación crítica, cuando, según el sistema AirNow, que recopila datos de la calidad del aire a través de sensores distribuidos en las embajadas estadounidenses en varios países del mundo, Paraguay figuró como el territorio más contaminado.
Estos hechos son más que anécdotas, pues si no se toman acciones concretas y si quienes tienen poder de decisión desde el gobierno central, desde las gobernaciones y los gobiernos locales no promueven políticas públicas que permitan al país contar con herramientas para enfrentar las contingencias, enfrentaremos un futuro sombrío.
Para evitar este tenebroso panorama necesitamos un comportamiento coherente y comprometido de parte de las autoridades del país y de nuestras ciudades. Por ejemplo, cuando desde el Municipio de Asunción afirman que se busca preservar los pulmones de Asunción con limpieza, más seguridad y tecnología, claramente es para reconocer la acción pero no se debe permitir que todo eso sea más que otro discurso populista. Recordemos que la misma Intendencia de Asunción había avalado recientemente el derribo de más de cien árboles en un bosque urbano en un barrio de Asunción. El bosque se encontraba en las cercanías del arroyo Ferreira, considerado el segundo más caudaloso de Asunción y caracterizado por la fragilidad de su ecosistema. Y así, el barrio San Vicente perdió el único pulmón verde que tenía tras el derribo de la gran mayoría de los 117 árboles que había en el predio y que protegían al arroyo.
El mes de enero de 2024 fue el más cálido desde que existen registros, decían los informes del Servicio de Cambio Climático (C3S) Copernicus, el componente de vigilancia del clima del programa espacial europeo, y según la NASA, el 2023 fue el año más caluroso en medio de crisis climática y oficialmente el año más caluroso desde 1880.
Si las olas de calor van a configurar nuestra nueva normalidad, las autoridades deben planificar políticas desde el gobierno central, y las municipalidades proveer las respuestas que permitan enfrentar el extremo calor que nos afecta. Es hora de planificar y tomar seriamente la situación, hacen falta respuestas concretas como arborización de los espacios públicos, habilitación de espacios públicos verdes, y garantizar, sobre todo, la provisión eficiente de los servicios básicos como energía eléctrica y agua potable para la población.