05 jul. 2024

“Necesitamos una autonomía socialmente más responsable”

Unas cincuenta universidades de todo tipo, hasta la fecha, gozan de autonomía mediante la sanción de una ley de creación para cada una. En desmedro de la calidad de la enseñanza y la generación de conocimiento, muchas de estas nóveles instituciones de educación superior se amparan en un artículo constitucional para hacer todo a contramano de la responsabilidad social. “El problema con respecto a las universidades es su autonomía”, dice en esta nota.

-¿Tenemos condiciones para plantearnos la reconversión de las universidades tradicionales hacia otras de pertinencia social?

-Si algo es necesario, es posible. Si es necesario para los países de América Latina quiere decir que hay mínimas condiciones para hacerlo. No obstante, va a haber problemas no sólo externos, sino internos. Las universidades son muy rígidas, difíciles de cambiar. El problema con respecto a la responsabilidad de las universidades es su propia autonomía. De la Reforma del 18 hasta ahora, tenemos una tradición muy negativa con respecto a la injerencia del Estado en las universidades. Sin embargo, hoy, en sociedades más democráticas, necesitamos de una autonomía más responsable, esto quiere decir, más vinculada a las necesidades de la sociedad.

-Con respecto a sociedad, ¿qué demanda ésta de la universidad?

-En América Latina tenemos requerimientos que pasan por sociedades más justas. Tenemos economías en desarrollo, pero con pobreza y exclusión, con marginalidad social, con concentración de ingreso. Queremos crecimiento económico con equidad social, con ciudadanía, con democracia. Esto es educación, de buena calidad, de progreso científico, de investigación científica y técnica. A partir de aquí, podemos responder qué esperamos de la universidad. Necesitamos, en resumen, una universidad mucho más articulada con la utilización responsable del conocimiento y que participe mucho en la divulgación científica del conocimiento a la ciudadanía.

-¿Cómo formamos esta ética de la responsabilidad en la universidad?

-Fíjese que cuando Unesco declara la educación superior como un bien público, quiere proteger a ésta de la privatización de la producción y distribución de conocimiento. Este riesgo puede venir de las empresas, de los laboratorios, de las investigaciones científicas o de una interpretación de la autonomía universitaria desligada de la necesidad de la sociedad. En el momento en que la educación superior es un bien público, tenemos que aumentar el nivel de responsabilidad. Necesitamos entonces que la universidad forme inteligencias responsables, desde el punto de vista ecológico, económico, cultural, social. La dimensión ética de la responsabilidad de la universidad está transversalmente en el conocimiento que genera.

Estos temas no están hoy en la agenda de las universidades, se discuten cuestiones de poder de gobierno, de recursos, de más autonomía...

-Le insisto, necesitamos que la universidad participe en la divulgación científica. Hoy eso no tiene ningún prestigio en la universidad. También necesitamos que la universidad empiece a dialogar con otros actores que están fuera de ella. Las empresas con mayor densidad tecnológica están reclamando de nuestros profesionales una serie de competencias que son las mismas que reclamamos para el desempeño ciudadano: capacidad de entender problemas, expresarse, trabajar en equipo, resolver problemas. Todo esto no es incompatible con la formación ciudadana integral. Pero debemos introducir la formación ética para que nuestros ciudadanos no trabajen con la lógica del bien privado.

Habla el director del Instituto Internacional de Planificación Educativa (IIPE-Buenos Aires), y ex ministro de Educación de Argentina.

Jorge García Riart

Periodista y docente

Entrevista a Juan Carlos Tedesco

AHORA SON LOS DOCENTES

El ex ministro de Educación de Argentina, J. C. Tedesco, señala que la inversión de roles que hoy se produce en el interior de la universidad. Desde la Reforma Universitaria de Córdoba hasta unos años atrás, el estudiante era el actor más importante y el profesor parcialmente. “Ahora la situación es distinta: los que se dedican a la universidad son los docentes y los estudiantes quieren estar lo menos posible”, explica. “Por ello aparecen intereses corporativos y lógicas que cambian todo para no cambiar nada”, asegura.

El debate sobre la transformación de la universidad es, en consecuencia, no sólo necesario, sino urgente. “Un debate amplio, con reglas de participación claras y con el compromiso de todos los actores de escuchar y no sólo de expresarse, sería una demostración de que el diálogo democrático es una fórmula más apropiada para resolver los problemas que la pugna salvaje del fundamentalismo, sea de mercado o de cualquier otro signo”, recalcó el educador, filósofo y consultor argentino.

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