A Ramón Samudio, electricista de profesión y con 78 años de edad, la atención médica en el Hospital Central del Instituto de Previsión Social (IPS) le cambió radicalmente la vida. Entró caminando, pero saldrá sin dos piernas. Es una historia dramática marcada por una denuncia de supuesta “amputación errónea”. Este hecho de supuesta negligencia médica muestra el peor rostro del principal seguro de los trabajadores.
El libreto pareciera sacado de una película de terror, pero es la pesadilla que está viviendo hace días una humilde familia en el Hospital Central. El caso refleja incluso lo que viven diariamente –sin denunciar– miles de asegurados.
El IPS se convirtió en un servicio médico marcado por el maltrato al enfermo, por la escasez de medicamentos, de insumos y el eterno trajinar para mendigar salud.
Ramón Samudio creyó que solo le amputarían una pierna, cuya información le pareció aceptable, ya que podría seguir movilizándose con la otra, contó su hija Natalia Samudio. Hoy, Ramón ya no tiene ninguna de las piernas. ¿Quién le devolverá la calidad de vida?
Con este hecho que hoy causa indignación a todo un país, las preguntas son: ¿Cuándo el IPS ofrecerá una atención médica digna a todos los asegurados? ¿Cuándo el IPS trabajará para mejorar la atención y trato al asegurado? ¿Cuándo renunciarán todas las autoridades del IPS? ¿Cuándo el IPS dejará de ser un botín político?
Es inevitable indignarse una y otra vez con el hecho de que a la familia se le informó que se amputaría la pierna derecha por el diagnóstico de una trombosis, pero en el quirófano la pierna amputada fue la izquierda, según la persistente denuncia de la familia.
El IPS se llamó a silencio durante el primer día de la denuncia. Un silencio que trajo consigo muchas dudas. Tras ese silencio, el argumento de error en la comunicación entre médico y familiares indignó más a una población ya bastante golpeada por el deficiente servicio del seguro social.
La respuesta de las autoridades encendió más el enojo y la indignación. Culpar a un “error en la comunicación” es una falta de respeto a la familia Samudio y a todos los asegurados.
A esta administración actual, encabezada por el doctor Vicente Bataglia, le gusta llamarse a silencio últimamente no solo en este caso, sino que también en otros relacionados con denuncias de supuestos negociados en las licitaciones o a cuestionamientos sobre las deficiencias del servicio de salud.
El silencio no da respuestas, sino que trae más preguntas y dudas sobre la fiabilidad de la prestación médica del IPS. El doctor Vicente Bataglia dio la cara tras dos días de silencio cómplice y ni siquiera se dignó a anunciar su renuncia o cambios en las direcciones o gerencias de salud.
Por decencia, todas las autoridades del IPS deberían renunciar ante la muestra de esta pésima gestión.
A la familia Samudio no le bastan las disculpas, ni los informes, ni los comunicados. La familia necesita justicia, una justicia reparadora, una justicia que tal vez solo llene los huecos de tanta impotencia.
Esta denuncia es solo la punta del iceberg de lo que representa el IPS últimamente para los miles de asegurados. Es solo una de las caras del pésimo servicio que ofrece a los aportantes desde hace años.
Con estas falencias, el IPS –insisto– expulsa cada día a las aportantes y los aportantes del sistema de salud público al privado, que es impagable, y ahora con más razón por la crisis económica y la inflación.
Si seguimos callando las falencias del IPS, este servicio seguirá siendo nefasto. Creo que el caso de la familia Samudio no es un asunto personal, es un asunto colectivo. Todas y todos debemos clamar por un mejor servicio en el IPS, para que la historia no se repita.
Es necesario exigir un buen servicio médico, para que no vuelva a ocurrir: ¿una negligencia en la comunicación?