“El festival de cinco días tiene una gran importancia porque muestra la relación de los humanos con lo divino, no solamente con los dioses sino también con animales como perros, cuervos y vacas”, afirmó a Ram Hari Adhikar, un sacerdote de la localidad de Bhaktapur, a unos 15 kilómetros de Katmandú.
De acuerdo con Adhikar, el festival hindú de Tihar es celebrado también como la victoria del bien sobre el mal, y “significa la vuelta de la buena salud y la prosperidad a las vidas de la gente”.
Se trata de una de las festividades más importantes en el país del Himalaya, la cuna del budismo, pero en el que, según el censo de 2011, más del 80% de la población practica el hinduismo.
Los devotos dieron baños hoy a los canes para engalanarlos luego con guirnaldas y con el tradicional tika (una mezcla de polvo rojo y arroz que se impone en señal de bendición), antes de ofrecerles deliciosos manjares.
Los residentes de las zonas urbanas acogen a los perros callejeros en sus casas por un día aunque, de acuerdo con datos del Centro de Tratamiento de Animales de Katmandú, los más de 22.500 canes que viven en las calles de la capital viven en condiciones deplorables durante el resto del año.
El festival, también conocido como Diwali y caracterizado por los fuegos artificiales y los dulces típicos, comenzó el lunes con los devotos alimentando cuervos, considerados como mensajeros del dios de la muerte Yama.
La vaca, el animal más sagrado para el hinduismo y cuyo consumo se considera pecado, además de estar castigado por la ley, será mañana el centro de todas las atenciones y recibirá todo tipo de alimentos.
El cuarto día se adora al buey, fundamental para arar la tierra y como animal de carga, mientras que el quinto y último día llega el turno de los humanos, durante el que las hermanas decoran con el tika la frente de sus hermanos y ellos, a cambio, les prometen protección.
Los hindúes creen que durante Tihar, la diosa de la riqueza Laxmi visita sus casas, por lo que en los días previos a la festividad los devotos se afanan en limpiar sus casas y decorarlas con flores, lámparas de aceite y dibujos en el suelo con polvo de colores.
Entre tanta adoración, el festival también deja espacio para los más terrenales juegos de cartas, en los que apostar se suele considerar de buen augurio, una actividad normalmente mal vista el resto del año.