Esta es la tercera semana de movilización campesina en Asunción en reclamo de la condonación de deudas y el fortalecimiento de la agricultura familiar. En algunos casos, familias enteras dejaron sus hogares para unirse a la protesta.
Se resalta el caso de un niño que marchaba descalzo sobre el asfalto, acompañado de sus padres, en medio de una sensación térmica que superaba los 40 grados.
El inspector de la Unidad Motorizada de la Policía Municipal de Tránsito, Milciades Orué, que estaba de servicio durante la marcha del martes, visualizó al niño en la intersección de Montevideo y Chile. En comunicación con ÚH dijo que en ese momento imaginó a su hijo en la misma situación e inmediatamente pidió a su compañero que lo cubra un momento.
En pleno microcentro fue a buscar algún calzado para el niño y lo encontró a la altura de Azara, a unos metros de la movilización. Cuando los campesinos alcanzaron Chile, Orué se integró por unos segundos a la multitud y le entregó las zapatillas al pequeño, quien respondió el gesto con un “Gracias”, la madre también agradeció al agente.
El funcionario municipal mencionó que entiende que los campesinos se trasladen a la capital del país y se movilicen ante una necesidad que quieren expresar, pero no comprende por qué se debe sacrificar también a los niños.
El “pynandi” (pies descalzos) es una práctica común en el campo, ya sea por las limitaciones económicas, por la falta de cultivos de renta, que impiden a los campesinos comprarse calzados o porque simplemente se sienten libres sin ellos, según explica la socióloga Syntia Valdez.
Esto cambia cuando deben acudir a la escuela o la iglesia, donde pueden sentirse discriminados.
Sobre la presencia de los niños en las movilizaciones, explicó que no sería lo ideal, pero que en este caso los labriegos no tienen opción, pues tampoco podrían dejar a sus hijos abandonados en el campo.
Para Valdez estas son ya consecuencias de un problema estructural que no se está analizando a fondo.