–¡Degenerados! ¡Están destruyendo la sociedad! ¡Esto es el fin del mundo! ¡Es una sucia campaña de los progresistas!
–Senadora Gómez, Zulmita querida. Cuidado con sus implantes... perdón, su corazón.
–No se preocupe, mi hijo. Sobreviví tres implantes de cerebro y cada día los cuerpos que reciben mi cerebro son más jóvenes.
–Le hicieron precio, porque su trasplante no era de alto riesgo. Era conectar un par de cables pelados y listo. No era un trabajo muy complicado.
–No se haga del gracioso. Sigo viviendo gracias a la tecnología. Y lo que tengo de linda lo tengo de inteligente.
–Permítame discrepar, senadora, no es tan fea como para compararse con su inteligencia. Pero ¿por qué está tan ofuscada?
–El senador Filizzola quiere que los robots se casen. Lo único que falta es que él también venga a casarse con esos engendros llenos de chip, cables y aleaciones raras.
–Pero, senadora...
–Seguramente están llenos de virus. Claro, si son unos degenerados que quieren comportarse como humanos.
–Pero sea tolerante. Usted fue una de las promotoras del matrimonio gay. Creo que fue después de su segundo trasplante cerebral.
–Siempre dudé de ese trasplante. Además, siempre defendí la familia tradicional. Y justo en mi familia me salió un rarito.
–No se dice rarito.
-Bueno pu...
–Señora.
–Entendí su punto de vista cuando me dijo que se quería casar con el millonario ese que usted conoce.
–Ese cuyo padre es el principal aportante suyo.
–Y sí... la familia es lo primero. Y ser linda tiene su precio.
–Precio que usted se hubiera ahorrado.
–¿¡Qué dice!?
–Que es linda e inteligente.
–Cuidadito con lo de inteligente.
–Esos robots ñembo humanoides. No son ko humanos. Nosotros sí. Que se vayan a su país, carajo. Qué se creen esos. Ridículos.
–Los robots son de donde se arman.
–Pero el robot paraguayo teete no se casa con otro robot... esos son cosas de gringos o porteños.
–Señora...
–No... ay.
–¿Qué le pasa?
–Estos senos de última generación tienen vida propia.
–Y el cerebro.
–¡Cállese! Ahora van a querer tener hijos y adoptar, seguro para violar a sus hijos.
–Señora, la tolerancia, el reconocer el derecho del otro es de gente inteligente.
–A mí qué me importa. Eso no es mi electorado.