Por Silvana Molina / silvana@uhora.com.py
Fotos: Javier Valdez
De Alejandro Sanz a Metallica. De Metallica a Luis Miguel. De Luis Miguel a The Beatles. De allí a Renato Bellucci; luego a Guns n’ Roses... La exploración musical del muchacho transitaba por artistas y estilos de lo más diversos.
Encerrado en una habitación, un adolescente Pablo Benegas pasaba interminables horas con un grupo de amigos del colegio escuchando música de todo tipo y hablando de todo un poco hasta la madrugada.
Un día se enamoró de una compañera y decidió componerle una canción, impulsado fundamentalmente por el amor juvenil, pero también por la influencia que la música había empezado a ejercer en su vida. Tenía 15 años y sus amigos adivinaron en él un talento que merecía ser desarrollado. Y no dudaron en hacérselo saber. “Ahí descubrí mi faceta de compositor”, revela.
Pero los primeros acercamientos de Pablo a la música en realidad se dieron mucho antes, cuando empezó a aprender los acordes de guitarra de la mano del profesor Fernando Rivas, por insistencia de su abuela Josefina, quien estaba convencida de que los niños tenían que realizar alguna actividad artística.
Durante su adolescencia continuaron las lecciones de guitarra, las jornadas escuchando música y los esbozos de composiciones, pero nunca se le había ocurrido probar su capacidad vocal.
- ¿Cómo pasaste de la composición al canto?
Cuando estaba en la secundaria, hubo un intercolegial de la canción y decidí inscribirme. En ese tiempo sonaba mucho un tema del dueto Sin Bandera que me encantaba, Te vi venir, y quería interpretarlo porque sentía que tenía lo que yo quería transmitir en ese momento. Entonces me encerré en la piecita a practicar y comencé a cantar como loco. Era un desastre, pero yo creía que lo hacía bien. Hoy, si me escuchase, tal vez me taparía los oídos. Pero esa vez me animé y participé. No recuerdo si gané. Probablemente no, pero fue la primera vez que canté y me gustó.
- ¿Qué repercusiones tuvo en los demás esa faceta que empezabas a mostrar?
Mucha gente me decía: “Lo tuyo no es el canto, vos tenés que componer para otros artistas”. Pero yo quería hacerlo porque me había fascinado. Ya no me bastaba solo con escribir, necesitaba cantar lo que escribía, porque había una forma de interpretar eso y yo sabía cuál era. Entonces dije: “No, lo mío no es ser compositor, es ser cantautor”.
Y creo que esto no tiene nada que ver con que uno tenga o no una gran voz para cantar, sino que lo que se necesita es el carisma para saber qué es lo que se está interpretando. Hay gente que escucha a Sabina y se quiere tapar los oídos, por esa ronquera que tiene al cantar, pero es un tipo que llena estadios.
Algunos no pueden escuchar a Alejandro Sanz, por esa cosa de bulería que tiene en la voz, pero es su estilo y también llena estadios. Joan Manuel Serrat no tiene una gran voz, pero es cantautor y uno de los mejores de la historia. Jorge Drexler tiene una vocecita que hay que acercarse a él para escucharle, sin embargo es exitoso y el único cantautor latinoamericano que ha ganado un Oscar.
De todos modos, en mi caso fui trabajando mucho en el canto, técnicamente, y fui mejorando en eso. Hoy sí me considero un cantante bueno, un intérprete respetable y un cantautor profesional.
Tiempo de rebeldía
Cuando Pablo cumplió 18 años y terminó sus estudios secundarios, tenía que tomar una decisión sobre su futuro. Sin embargo, la opción de dedicarse a la música no estaba en el abanico de posibilidades que manejaban sus padres.
“Mi papá siempre me dijo que yo debía ser abogado, que tenía muchas aptitudes para eso, y yo también lo creía. Entonces me metí al cursillo de Derecho de la Universidad Católica, pero después de dos meses salí. No era lo mío”, afirma.
Lo que aquel joven quería realmente era ir a estudiar música a otro país. Pero ese deseo no encontró mucho eco en su familia. “Había cierta resistencia a que yo me dedicara a la música, al comienzo. Claro, hoy pensando bien, supongo que más que resistencia, era temor por mi futuro. Y es natural”, analiza el cantautor.
El hecho es que luego de su breve pasaje por el mundo de las leyes, Pablo se quedó medio perdido, sin saber muy bien qué hacer en otro ámbito que no fuera el de las notas y los acordes.
“Entonces me rebelé un poco. Y como en el tema de Los Auténticos Decantes, yo estaba: ‘No quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar. Quiero tocar la guitarra todo el día...’”, ríe. Incluso en este tiempo tuvo una etapa muy espiritual: “Me metí a un movimiento religioso y estuve muy cerca de Dios”, asegura.
Hasta que llegó a un acuerdo con su madre. Ella le propuso que ingresara a un conservatorio en Paraguay –quizás para asegurarse de que la música era lo que realmente le gustaba a su hijo– y, si luego de eso seguía convencido, verían la posibilidad de otros estudios. Fue así que pasó por las aulas de la profesora Svetlana Lala Evreinoff.
Se abre una puerta
Los días de incertidumbre de Pablo terminaron cuando su tío, el conocido músico Óscar Fadlala, le dio la oportunidad que necesitaba. “Me invitó a trabajar con él en el programa de televisión Rojo fama contrafama, como productor musical. Fue mi primera experiencia en la industria y ahí aprendí mucho. Gracias a eso pasaron cosas en mi vida. Creo que ese fue el inicio de todo, porque me puso en contacto más directo con la música”, agradece.
Pero tres años después, consideró que debía pasar a otra etapa, seguir su propio camino como artista: quería volver a componer y a cantar, algo que había quedado en stand by.
Finalmente, logró ir a Buenos Aires a estudiar. Allí fue admitido en la Universidad Católica Argentina para cursar la Licenciatura en Composición Musical. Tenía 21 años y conocimientos musicales básicos. “Yo prácticamente no leía música. Pero en poco tiempo aprendí muchísimo, en gran parte gracias a mi trabajo en Rojo, que me desarrolló mucho el oído musical. Entonces, cuando me explicaban la teoría, y yo captaba cómo sonaba, enseguida la aprendía”, comenta.
Carrera sufrida
Aun así, no le fue fácil. “Sufrí como un perro –perdón por la expresión–, porque allá son muy exigentes. Recuerdo que tenía un profesor de piano que me hizo llorar porque yo no entendía. Resulta que estaba aprendiendo a leer música a un ritmo muy vertiginoso, y el piano se lee con dos claves: clave de Sol y clave de Fa, en simultáneo, entonces tenés que disociar la mente, lado derecho y lado izquierdo, para leer al mismo tiempo dos sistemas. Y una vez ese profesor me trató tan mal frente a todos los alumnos, que yo salí de la clase llorando. Pero me dije: ‘Este nunca más me va a tratar así'. Y para la siguiente clase me tenía toda aprendida la lección de arriba a abajo. Así aprendí a tocar el piano”, revela.
Y aunque comenzó a tomarle el ritmo al estudio allí, luego de dos años decidió mudarse a la Escuela de Música Contemporánea (EMC) de Buenos Aires. "(En la Católica) la carrera se estaba poniendo muy clásica, me di cuenta de que no era eso lo que yo buscaba. Pero eso sí: esos años de aprendizaje me dieron un vuelo impresionante y me sirvieron muchísimo después”, reconoce.
Armonía, arreglos, ritmos latinoamericanos, música para cine, ensamble, taller de canto, composición y mezcla, fueron algunas de las tantas cosas que Pablo aprendió en la EMC, de donde egresó luego de cuatro años como músico profesional.
Encontrar la identidad
- Tu alejamiento del país, ¿cambió tu mirada sobre el Paraguay y su gente?
Me cambió la vida, literalmente, porque lo que soy hoy es totalmente consecuencia de los seis años que estuve en Buenos Aires, eso es categórico. En segundo lugar, me hizo encontrar mi identidad más pura, más profunda y más auténtica, que es el ser paraguayo. Porque muchas veces me había enfrentado a la pregunta: "¿Quién soy yo?”. Y estando afuera tanto tiempo, lo comprendí, entendí que adonde vaya, siempre voy a ser “el paraguayo”.
Además, tuve la bendición de contar con un gran folclorista argentino como profesor de guitarra, Pepe Luna, a quien aprecio muchísimo, porque fue más que un maestro para mí. Él me hizo amar el folclore argentino y, a través de eso, yo me enamoré del folclore paraguayo.
-¿Sentiste el famoso techaga’u?
José Saramago, en su libro Las intermitencias de la muerte, relata que llega un momento en que ya nadie muere en un pueblo o ciudad. Vamos a dar la vuelta eso y pensemos que en un momento dado, todos mueren aquí en Paraguay y el país se queda sin personas. Esto no va a ser más que un cementerio de concreto, una selva sin gente, sin identidad, sin nada.
Entonces, yo pienso que lo que uno extraña no es estar lejos de la tierra, sino estar lejos de la gente, porque la tierra es la gente. Ese estar lejos de la gente te hace entrar en un estadio de reflexión y de contemplación muy interesante. Cuando vos estás del otro lado del cuadrante, ves las cosas desde otro lugar, de otra forma. Sin embargo, cuando estás dentro, hay miles de cosas que no valorás, porque estás ahí viviendo la tragedia del momento y cuesta mucho abstraerse de eso para darle el valor a lo que sucede a tu alrededor.
Yo creo que el paraguayo debe ser el humano en la tierra que más añoranza siente hacia su patria. Así que, además del aprendizaje musical que me dejó el haber estado todo ese tiempo en Buenos Aires, yo entendí que nunca podría vivir en otro lugar que no sea Paraguay.
Videoclips
Pablo Benegas realizó varios videoclips de sus canciones. Entre ellos: Búmeran gris, Una canción, Calcomanía y Navidad llegó –con Patricia Ginzo–, No sabes amar y Canciones rotas. Este último –que contó con la participación de la actriz Andrea Quatrocchi– fue galardonado con el Panambí de Oro como el Mejor Videoclip Nacional, en el Festival Internacional de Cine de Asunción, en el año 2016.
Fervor Bicentenario
Era el mes de mayo de 2011, el año del Bicentenario de la Independencia Nacional. Todo el país desbordaba de rojo, blanco y azul, y de manifestaciones culturales para festejar la ocasión. Aprovechando los feriados, Pablo Benegas vino en esos días a Asunción para estar presente en el Día de la Madre y se encontró con un fervor patriótico fuera de lo común.
“Esa fue una experiencia que no voy a olvidar, porque nunca había visto al paraguayo amar a su patria de la manera en que lo hizo en aquellos días. Ese patriotismo que vi me traspasó, me llegó y me hizo reivindicar los pensamientos que tenía y que maduraron en mí ante el encuentro con mi identidad en Argentina”, rememora.
- ¿Fue a partir de todo eso que surgió Soy de mi tierra?
Sí. Yo creo que se empezó a gestar aquel 14 de mayo, detrás del Palacio de Gobierno, cuando todos esperábamos las 12.00 de la noche para festejar, estoy convencido.
Unos días después, Benegas regresó a la capital porteña, pero se había llevado adentro algo que necesitaba expresar.
“Solía dormir con mi guitarra al lado de mi cama, porque de repente hay melodías que suenan en la mente cuando uno está entrando en el estado del sueño. Y si no las ejecuto en la guitarra en ese momento, se van y no vienen nunca más, y eso es muy frustrante. Entonces, siempre tocaba hasta casi quedarme dormido”, explica.
Poco después de volver de Asunción, el músico tomó la guitarra antes de dormir, como lo hacía usualmente, mientras se acordaba de todo lo que vivió en Paraguay.
“Y me comencé a decir: ‘Qué loco entender lo que es ser paraguayo’. Y ahí ya entré en un conflicto y dije: ‘Pero yo soy un incoherente, porque si soy paraguayo, no puedo estar componiendo solamente baladas, tengo que hacer una polca’. Entonces fue surgiendo la canción. Si te digo que la compuse en 15 minutos, ¿me vas a creer?”, lanza.
Y confirma: “Sí, en 15 minutos. Ni siquiera tuve que escribirla en un papel. Fue directo a las cuerdas. Y yo sentía como que alguien me dictaba la letra y la melodía. Como que la descolgué del cielo nomás. Y cuando terminé, dije: '¡Qué linda canción, che! Es para dedicarle a mi país algún día’. Y ahí nació Soy de mi tierra”.
Luego, por insistencia de una amiga argentina a quien hizo escuchar la canción, la grabó de forma casera y la subió a su cuenta de Soundcloud (una plataforma digital donde se comparten proyectos musicales). Allí la escuchó el periodista y locutor paraguayo Kike Gamarra, quien contactó con él para saber más sobre el tema y empezó a difundirlo en su programa.
Giran los discos
Poco después, en 2013, Benegas regresó a Paraguay para quedarse. “Llegué y ya no paré, porque comencé a grabar mi segundo disco —Canciones Rotas, que incluye el tema Soy de mi tierra como bonus track—, luego vino el lanzamiento, después los videoclips, las giras, los contratos, etcétera”.
Actualmente, el músico está preparando su tercer álbum de estudio. Uno de los temas del disco lo grabó en Río de Janeiro —con el maestro Gilson Peranzzetta—, y otros tres, hace unos días en Abbey Road Studios, de Londres, un lugar emblemático por donde pasaron grandes artistas, entre ellos The Beatles. El material seguirá su etapa de grabación en los estudios Capitol Records, de Los Ángeles (EE.UU.), y en Asunción, donde se realizará la parte folclórica nacional. El lanzamiento está previsto para la segunda mitad de este año.
- ¿Qué vas a proponer musicalmente en este nuevo material?
Diversidad, espontaneidad y sobre todo autenticidad. Que la gente pueda encontrarse con un Pablo auténtico, sincero y con una música verdadera. Yo no quiero lanzar algo por lanzar, para ajustarme a los tiempos del mercado. No, para eso ya tengo mis regalías de derechos de autor, vivo tranquilo con eso.
- ¿Te identificás con algún estilo en particular?
Yo creo que mi estilo es canción de autor. Pop-rock, folclore, pop-folclore. Yo siempre digo género canción, porque la canción es un género. No le hice caso a las personas que me decían: “Vos no tenés que cantar”. Porque no es igual que yo mismo cante las canciones que compongo a que las canten otros.
- ¿Podés vivir exclusivamente de la música?
Sí, hoy sí.
- ¿Te parece que hay que aggiornar la música folclórica paraguaya para que pueda sobrevivir?
Claro, es la única forma. El folclore paraguayo no es La Piedad de Miguel Ángel; no es la Novena sinfonía, de Bethoveen; no es el Aleluya, de Haendel. Es folclore y por lo tanto es de la gente, popular, le pertenece al pueblo. Y el pueblo va cambiando. No se trata de trasgredir los principios teóricos de la música paraguaya, sino de evolucionarla sonoramente.
Las raíces no se tocan, eso nadie lo discute, pero el sonido tiene que evolucionar con el desarrollo del pueblo. Y no pasa nada si en una polca suena una batería comprimida, una guitarra eléctrica o un sintetizador. O si una guarania está siendo tocada con un saxofón o cantada por Gilberto Gil y Berta Rojas, que lo acaban de hacer y está bueno. Lo importante es que llegue y que la gente sienta la música.
Lo que necesitamos es que nuestro folclore trascienda y siga creciendo, que vaya de generación en generación, porque esa es la única manera en que vamos a poder insertarnos globalmente en el mundo de la música.
- ¿Por qué hacés música?
Porque en la música hay una verdad y esa verdad tiene que ser contada. Eso es lo que yo quiero transmitir de la manera más auténtica posible.
El tema Soy de mi tierra tiene más de cinco millones de reproducciones entre YouTube, Facebook y Spotify, en sus diferentes versiones.
Discografía
Mi Melodía (2008), producido por Sergio Cuquejo.
Canciones Rotas (2014), producido por Pablo Benegas/Aníbal Ortiz.
Pablo Benegas. Tour Canciones Rotas (en vivo, 2016). Con la participación de Iván Zavala, Daniel Blaires, Andrea Valobra y Dani Meza, como artistas invitados.