02 nov. 2024

No debemos dejar que Asunción siga perdiendo sus áreas verdes

La capital del país acaba de sufrir una severa derrota: la pérdida de un bosque en uno de sus barrios. Mientras los vecinos encendían velas para despedir simbólicamente a los más de 100 árboles talados, los culpables seguían indiferentes. La ignominiosa lista de responsables por este ecocidio incluye al intendente de Asunción, Óscar Rodríguez, y su Junta Municipal, así como a senadores y diputados que rechazaron la propuesta de expropiar el inmueble para convertirlo en un espacio público. Por esto, hoy Asunción está mucho más pobre.

Hace diez años Asunción había sido declarada Capital Verde de Iberoamérica, distinción otorgada por la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas, pero una década después solo suma pérdidas en sus áreas verdes públicas. El acontecimiento más reciente es el derribo de más de cien árboles en un bosque.

La Municipalidad de Asunción, a través de su Dirección de Gestión Ambiental, permitió que los árboles que componen el bosque San Vicente fueran derribados, pese a la fuerte oposición y denuncias de irregularidades por parte de los vecinos. El documento municipal había autorizado el derribo de 117 árboles, para liberar el espacio del bosque ubicado en Félix Bogado y 21ª Proyectada, árboles de más de 100 años de antigüedad con el objetivo de hacer lugar para la construcción de un supermercado mayorista.

Para los activistas que mucho reivindicaron la preservación de dicho espacio, la lista de responsables es extensa; apuntan a la empresa, a los dueños del predio, a la directiva de la Caja de Jubilados de la ANDE y a las instituciones responsables: el Ministerio del Ambiente, la Municipalidad de Asunción, y al muy cuestionado intendente Óscar Rodríguez, quien de manera hipócrita promociona la realización de una Cumbre Internacional de Economía Verde, que se desarrollará en Asunción. En esta deshonrosa lista no pueden, sin embargo, estar ausentes los parlamentarios que dieron la espalda a los pedidos de no derribar este bosque.

Inicialmente, la Cámara de Diputados había aprobado el proyecto de ley que expropiaba el inmueble para convertirlo en un espacio público, presentado por la diputada Johanna Ortega. El documento fue rechazado en el Senado y, cuando volvió a Diputados, la mayoría decidió no acompañar la iniciativa y la enviaron a archivo. El proyecto podría volver a estudiarse dentro de un año, pero ahora ya es inútil porque los árboles ya fueron talados.

El bosque se encuentra a unos 20 metros del arroyo Ferreira, considerado el segundo más caudaloso de Asunción y caracterizado por la fragilidad de su ecosistema; el barrio San Vicente ha perdido el único pulmón verde que tenía tras el derribo de la gran mayoría de los 117 árboles que había en el predio y que protegían al arroyo.

Esto puede considerarse como un verdadero ecocidio, para una ciudad que carece que plazas y espacios verdes públicos en sus barrios, y en medio de la situación climática que padece el planeta, como estamos viendo los repetidos eventos climáticos que generan verdaderas catástrofes con pérdidas de vidas humanas y también económicas. Destruir un bosque debería ser considerado un delito, pues, como es sabido, los árboles purifican el aire, combaten el cambio climático, ayudan a reducir el calentamiento global, protegen el suelo, regulan la temperatura y enfrían el aire que los rodea a través de la sombra, son un refugio para la fauna, amortiguan el ruido. Todo eso se ha perdido en el bosque San Vicente.

Por todo eso, siempre es oportuno recordar las palabras del papa Francisco en su encíclica Laudato Si, donde habla del futuro del planeta: “Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no solo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva. Como dijeron los obispos de Sudáfrica: «Se necesitan los talentos y la implicación de todos para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios».

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