Muchos de estos jóvenes son la primera generación en acceder a una universidad, posibilidad que lograron gracias al Arancel Cero, un derecho conseguido por ley en el año 2020, en plena pandemia, que hoy corre peligro en términos de garantía de recursos, luego de que la Ley Hambre Cero haya sido aprobada con muy poco debate en el Parlamento. En este punto se recomienda especialmente al lector el artículo “Lagunas que deja Ley Hambre Cero: ¿Qué pasará con los programas financiados por Fonacide?”, escrito por la periodista Aramí Ocampos.
Los universitarios no fueron los únicos en sumarse al debate de la educación. Dos videos fueron muy difundidos en redes sociales en donde jóvenes sampedranas interpelaban a las autoridades por la ausencia del Estado en sus instituciones escolares. Fisuras edilicias, pupitres en mal estado, falta de ventiladores, baños en malas condiciones… y estas son solo algunas de las desidias que las escuelas “del fondo” como dice Luana González, una de estas estudiantes, viven.
Todos estos reclamos —justos, por cierto— nos pintan un panorama de la educación hoy, y más que respuestas, surgen preguntas, incógnitas y, para muchos, un sentimiento profundo de injusticia y desazón. ¡A no desesperar! La solución, muchas veces, se encuentra en los lugares más impensados. Ya se veía venir 74 años antes.
El sistema educativo en Finlandia es alabado una y otra vez por sus resultados. Se mantiene entre las mejores posiciones a nivel internacional desde hace por lo menos dos décadas. Una de las principales fortalezas de la educación finlandesa es que garantiza iguales oportunidades de estudio para todos, independientemente de su situación socioeconómica o el lugar del país en donde esté. En lugar de fomentar las comparaciones y la competencia entre los alumnos, la escuela básica se dedica a apoyarlos y orientarlos como individuos, respetar sus particularidades e intereses. Nada más soñado.
Mientras, en nuestro territorio las denuncias de las precarias infraestructuras educativas llenan los periódicos todos los días y pocas son las veces en las que se logra una respuesta. En el caso de la escuela de Luana, en Colonia Barbero, recién después de que ella se encadenó y el reclamo de una comunidad entera se hizo eco en la capital, se llegó a un acuerdo. La solución aún está en negociaciones y esperemos que no por mucho tiempo.
¿Cuál es, entonces, el secreto fin-landés? Hace unos meses tuvimos la oportunidad de conocer a Eevamaija Vuollo, docente finlandesa, máster en Educación Intercultural de la Universidad de Oulu y especialista en estrategias educativas. “La base para el éxito finlandés es justamente la concepción de educación como un derecho humano y que todas las personas tienen el derecho de aprender”, nos dijo.
Quizás podríamos pensar en esta idea totalmente revolucionaria a la que nuestro país adscribió el 10 de diciembre de 1948, casi 75 años atrás, cuando el Paraguay votó a favor de la Resolución 217 de la Asamblea General de la ONU, que adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y, citando a Remo Carlotto, ex director del Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del Mercosur, los derechos humanos no son una opción para los gobiernos, sino un deber para los Estados.
Mientras tanto, no nos vendría nada mal dejar de dar clase mango gúype y sin pupitre, pero parece mucho pedir.