Los combates se habían iniciado el 24 de febrero, cuando tropas rusas comenzaron a cruzar la frontera en varios puntos e invadieron Ucrania. La guerra llegó después de varios meses de tensiones y acumulación de fuerzas militares. Ucrania es una de las antiguas repúblicas soviéticas independizadas en 1991, y mantiene desde entonces una difícil relación con su país vecino. Otro antecedente para la situación actual es la anexión en 2014 por parte de Rusia de la península de Crimea, parte del territorio de Ucrania, y luego el levantamiento de rebeldes prorrusos en el este del país, formando las repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk —apoyadas por Moscú—, dando inicio a una guerra civil que aún persiste.
Por otra parte, la llegada al poder del presidente ucraniano Volodymir Zelensky, cercano a Occidente, en el año 2019, dio inicio a una nueva ola de tensiones. En cuanto a Moscú, menciona la expansión de la OTAN en Europa del Este como una de las principales causas de la actual escalada.
Desde el primer día, el Gobierno paraguayo condenó el ataque y pidió el cese de la invasión. “El Gobierno de Paraguay condena los ataques al pueblo ucraniano, en violación de principios de soberanía y del derecho internacional, e insta a los agresores a detener sus acciones llamando al diálogo por la paz y la estabilidad mundial”, fue la postura. Paraguay se sumó de esta manera a gobiernos y líderes mundiales que condenaron el ataque, y que se pronunciaron ante el temor de un inicio de gran guerra en el continente europeo.
Especialmente es para destacar la clara y rotunda posición del Vaticano, que también pidió el diálogo e hizo un llamado a todas las partes involucradas a abstenerse de cualquier acción que cause aún más sufrimiento a las poblaciones. El papa Francisco mencionó el gran dolor, angustia y preocupación que genera esta situación. “Las víctimas son cada vez más numerosas, al igual que las personas que huyen, en particular madres con sus hijos. La necesidad de ayuda humanitaria en este país martirizado aumenta cada hora de una forma dramática”, había afirmado el Papa sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia. Asimismo, Francisco hizo un llamado para que la comunidad internacional asegure los corredores humanitarios y que se facilite el acceso de la ayuda a las zonas sitiadas para ayudar a las víctimas.
Lamentablemente, hasta el momento, ni los llamados a detener la irracionalidad de la guerra, ni las sanciones que fueron aplicadas a Rusia, han logrado detener esta locura.
En este punto crítico de la historia, cuando parece que no se ha aprendido nada de las barbaridades del pasado, especialmente aquellas que vivió Europa hace 80 años, hechos dolorosos que aún perviven en la memoria de los pueblos que fueron víctimas de la demencia nazi, una durísima lección de lo que es la violación de los derechos humanos, es tiempo de seguir apelando a la razón y abogar por la paz.
Es hora de que se ponga fin a esta barbaridad, pues ningún interés podrá estar nunca por encima del respeto a la vida y la dignidad de las personas. La guerra es siempre una desastrosa claudicación de los mejores valores de la humanidad.