Susana Oviedo
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Cuando en el 2000 el empresario y político guatemalteco Alfonso Portillo, convertido en presidente de la República, designó ministra de Cultura y Deportes a Otilia Lux de Coti, “se produjo un shock”, en la clase acomodada y conservadora de la sociedad guatemalteca, recuerda ella. Y es que se trataba de una mujer, indígena, y activista por los derechos humanos. Para entonces, Otilia contaba con 51 años y ya llevaba décadas de lucha a favor de los derechos de las mujeres, las niñas y los pueblos indígenas. “Todos estaban desbordados en mi contra, y contra el presidente, con esa designación”. Incluyendo los medios de prensa. Escribieron artículos con tono racista en su contra, recuerda. “Ahora tenemos a una india que desconoce lo que es un ministerio de Cultura”. “Qué le pasa a este gobierno: cómo nombrar a una india, cuando estas solo pueden hacer tortillas, cargar canastos y tinajas”, fueron algunas publicaciones que nunca olvidará. Otilia es hoy una referente internacional. Una lideresa de gran reputación en ámbitos como la ONU.
–Si hoy mira la realidad latinoamericana, ¿cómo ve usted la participación de la mujer en política y qué barreras identifica como las más persistentes…?
–Yo la veo en una forma muy relativa. A partir de la Plataforma de Beijing (Conferencias Mundiales de Mujeres, 1995) América Latina dio un salto buenísimo en la normativa y en la creación de mecanismos. Es la etapa en que se crean los ministerios, institutos o secretarías de la Mujer. Nosotros creamos la Secretaría de la Mujer, y una Defensoría de la Mujer Indígena, en Guatemala. Esto nos permitió dar saltos cualitativos y entonces, cuando abordamos la participación política, sobre todo plena y efectiva, significaba que las mujeres también debíamos ingresar a los espacios de decisión. Entonces, a lo largo de América Latina vimos a mujeres llegando a ser mandatarias, como en Chile, Argentina, Brasil, Panamá, Costa Rica, Nicaragua. Estos países nos han demostrado que es posible que las sociedades voten por las mujeres. Pero ahora, estamos viendo retrocesos.
–¿Por qué?
–Porque hay personas que ya no quieren el avance de las mujeres porque están perdiendo espacios de poder y, definitivamente, que están viendo a los hombres que no pueden hacer sus negocios ilícitos o hacer en forma prepotente otros tipos de actividades como autoridad. Esto ha hecho retroceder avances que hemos alcanzado las mujeres.
–¿Por ejemplo?
–Bueno, nosotras hemos trabajado durante muchos años a lo largo de América Latina y en Guatemala, para que se aprueben cuotas de participación de las mujeres. Pero estas no han funcionado. Ahora propusimos la ley de paridad y hasta ahora solo 8 países que, por voluntad política de hombres, y por presión del movimiento de mujeres, la han aprobado. El caso de México, Costa Rica, Panamá, Honduras, Nicaragua, Ecuador, Argentina y Bolivia. Este último país es un ejemplo a seguir. En todos los ámbitos del poder plantean mitad hombres y mitad mujeres. Es un ejemplo que ojalá se sostenga, porque puede llegar otro gobierno y llevarlo hasta el piso otra vez.
Pero hay países de América Latina que no cuentan ni con cuota ni ley de paridad. Como Guatemala y Venezuela. Paraguay por lo menos ha dado cierta muestra y están aprobando la ley de paridad. Ojalá Diputados le ponga el visto bueno. Es un derecho, y si no quieren verla así, veanla como acción afirmativa.
La gente generalmente no apoya algo porque no conoce muy bien de qué se trata. Por eso, sobre la ley de paridad de género es importante socializar a todas las organizaciones que haya, pensar en una campaña nacional sobre el miti-miti.
–Hay sectores que cuestionan el principio de la paridad de género argumentando que las mujeres no están preparadas.
–Siempre está ese argumento. Siempre hablan de la meritocracia, de la capacidad, de que las mujeres no tenemos el tiempo suficiente, que no podemos proponer iniciativas de políticas sociales. Siempre están cuestionando todo eso y, para mí, esos cuestionamientos no son solo para las mujeres sino para los hombres. Muchos hombres llegan al Parlamento, incapaces. Yo estuve como parlamentaria y durante el periodo que me tocó hubo legisladores que a lo largo de los 4 años ni siquiera hicieron uso de la palabra. Cuando yo llegué al Congreso, por lo menos ya tenía la experiencia informativa de que hay que trabajar duro el primer año a favor de las propuestas, porque en los siguientes 3 se pierde en avances de legislación.
–¿Cuál ha sido la experiencia en ese sentido?
–Nosotras el primer año de trabajo en el Parlamento nos permitimos seguir dos estrategias: Una, unirnos todas las diputadas en una sola bancada, para promover y avanzar en leyes favorables a las mujeres y los indígenas. Olvidamos temporalmente los colores de nuestros partidos, y trabajamos una agenda en común. La segunda estrategia fue trabajar iniciativas en conjunto, y abordarlas en los respectivos partidos para que estos apoyen las propuestas de leyes de las mujeres. Se logró esto, en varios partidos, pero no en todos. El primer año aprobamos las leyes contra el feminicidio, la de maternidad saludable y contra la explotación sexual de las niñas y adolescentes, además de varias reformas.
–En Paraguay, los partidos políticos dirigen sus miradas hacia los pueblos indígenas solo en épocas electorales ¿Qué hacer para romper con esquemas así?
–Formar a grupos de hombres y mujeres con liderazgo para que en los momentos de las elecciones lleguen a las comunidades y concienticen a las poblaciones de que no pueden “regalar” sus votos ni ser objeto de compra de su conciencia. Que no pueden permitir ser nada más mencionados, y luego ignorados. Que analicen el programa de gobierno de cada partido para determinar si van a trabajar por los derechos de las mujeres y de los indígenas. Este es un trabajo que se puede hacer en alianza con otras organizaciones, como la Iglesia y grupos de la sociedad civil. Hay que exigir a los partidos y candidatos que tomen en cuenta a los indígenas y en sus programas y advertirles que si no lo hacen, nunca más tendrán los votos de estos.
–Persiste la discriminación hacia los indígenas. A minusvalidar a las mujeres indígenas. ¿Qué opina sobre ello?
–A eso le estamos llamando violencia epistémica. Es una violencia contra el conocimiento y la sabiduría indígena y un desprecio hacia los pueblos indígenas. Debe estar dentro de la categorización de violencia, y debe ser sancionado. Paraguay debe tener una ley contra la discriminación racial.
Su perfil
Nombre: Otilia Lux de Coti. Educadora y política. Una de las figuras más importantes de América Latina en la esfera política y del movimiento social.
Fue miembro del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, diputada y directora ejecutiva del Foro Internacional de Mujeres Indígenas.