26 dic. 2024

Nocturnidad y alevosía

¿Hacía falta humillar al presidente en sus 100 días de mandato? ¿Hacía falta demostrar quién manda en la República, y por sobre todo: imponer sobre la población la idea del poder sin restricciones ni formalidades? Para eso echaron mano a un decreto que proponía a la veterana Alicia Pucheta como miembro del Consejo de la Magistratura para sustituir al nombrado Kronawetter, con mandato hasta el 2026.

No cuidaron las formalidades. ¿Para qué? Si el objetivo era avasallar un órgano extrapoder para demostrar que el poder real está por encima de cualquier norma o Constitución. Ya lo habían hecho en el 2017 cuando propusieron la enmienda constitucional que permitiera reelegir a Cartes en la presidencia. Deberían haber dejado sin efecto un decreto presidencial anterior, pero no lo hicieron. Deberían haber esperado la vacancia comunicada del Consejo de la Magistratura que no podía existir o emprender el juicio político contra Kronawetter, total tienen mayoría.

No. Pusieron en marcha un mecanismo inconstitucional, ilegal e hicieron jurar a la Pucheta en medio de gritos de violación, empujones y empellones. Todo empezó con un decreto malhadado comunicado con nocturnidad y alevosía a las 11 de la noche.

Es evidente que todo ha sido una maniobra de Cartes, a la que se prestó el presidente Peña, incapaz de oponerse a un cambio imposible. Ni las continuos y permanentes reuniones con su asesor jurídico Moreno –ha despachado con el mismo más veces que con nadie– le han servido de algo. A los dos, el presidente de los colorados los tiene de mandaderos y no tiene por qué consultarles nada. Finalmente, él los puso y él los saca cuando quiere.

La bicefalía que se temía no existe porque en estos 100 y más días nunca Peña intentó ni por asomo ejercer la presidencia. El único lugar y momento que siente ser presidente es cuando viaja con las pompas y boatos con que es recibido. Huye de esta larga permanente humillación de este valle de lágrimas en el que se desenvuelve de aparente presidente y donde en cada momento debe explicar con rostro circunspecto que es feliz y que la unión que tiene con Cartes es perfecta. Es probable que lo sea y que los equivocados seamos nosotros que esperamos se anime a ser presidente. Quizás solo sirva para ser lo que es y nada mas.

El nivel de deterioro es enorme para su persona y una gran degradación para la presidencia, acaso la institución mas querida y respetada en una democracia.

No puede entender el menoscabo que supone firmar un decreto que puede ser la punta de un juicio político y es incapaz de comprender que solo una apretada mayoría de 23 en el Senado pudo hacerla jurar a la Pucheta luego de un primer frustrado intento. La firmante de la nacionalización del delincuente Messer, el hermano del alma del significativamente corrupto, ya allana toda interpretación acerca del rol que tendrá eligiendo a los jueces que investiguen el crimen organizado.

Los empujones de Núñez a Nakayama son muestras elocuentes de la desesperación que supone violar la Constitución a plena luz del día aunque el decreto salió con nocturnidad y alevosía. Requieren estos operadores ser zafios para justificar lo que reciben. No les importa nada como aquel presidente seccional de la Chacarita Ramon Aquino quien luego de golpear y atacar a los estudiantes de la Universidad Católica dijo: “solo les moderé un poco”.

Estamos entrando en una deriva autoritaria altamente peligrosa.

La Corte ahora deberá determinar la conducta inconstitucional del presidente y los senadores. Si le da la razón a Kronawetter desencadena un crisis de poder enorme ya que todos los inmersos en la operación deberán ser sancionados.

Peña antes de sus 100 días se ha metido en un severo problema que como Raúl Cubas dirá después que: no fue su culpa. Esta es la razón del pecado, ahora que se encuentra con el papa Francisco debería confesarse y pedir que recen por él. Lo que hizo es un pecado venial de tamaño país.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.