“Adoro esa banda, la creé yo, creé ese sonido, fue mi obra. Pero eso se acabó para siempre”, sentencia Noel Gallagher en una charla con Efe por la publicación de nuevas canciones que poco tienen que ver con lo que los seguidores de su ex formación esperan de él: “Estoy listo para que no le gusten a la gente, al menos a un porcentaje importante de fans de Oasis”.
En setiembre publicará bajo el título This is the place el segundo EP de su carrera, una fórmula inédita en su carrera (la de los discos de media duración) que estrenó hace un par de meses con Black Star Dancing, en el que sorprendió con sonidos funk.
“Cuando entro en un estudio, jamás me pongo presión por sonar de alguna manera concreta. Intento pasármelo bien y seguir mis instintos”, explica, antes de conceder que con 19 años, cuando todo su mundo era “rock and roll y Sex Pistols”, habría resultado inconcebible que cantara algo que pudiese haber producido Nile Rodgers.
Deslenguado, pero cargado de humor, achaca los cambios a su evolución normal como persona. “La música tiene que ver con la testosterona. Por eso cuando veo a músicos ricachones de 50 años con la pose de estar enfadados con el mundo, pienso: ¿por qué cojones estás cabreado? Para mí esa actitud responde a ser condescendiente con la audiencia”, critica.
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Preguntado por alguna banda joven que él escuche actualmente, el mancuniano ofrece dos recomendaciones: una banda del sur de Londres llamada Shame y, sobre todo, una de Gales llamada Buzzard Buzzard Buzzard que son “como un imán cuando vas borracho”.
“Yo sigo siendo un amante de la música, tan fascinado por ella como cuando tenía veintitantos. Si tengo una idea para una canción y suena un poco como David Bowie, voy hacia allá y luego intento hacerla mía. Por eso empecé una carrera en solitario y dejé Oasis, porque Oasis dejó de consistir en eso y empezó a tratarse de otra cosa”, afirma.
Fue hace ya una década cuando, después de la enésima bronca con su hermano Liam, Noel dio por finiquitado su recorrido con aquella banda fundamental del “brit pop”. ¿Se arrepiente? “Nunca me he arrepentido de nada”, asevera.
“Al final de esa gira, todo el mundo quería largarse y tomarse las cosas con calma, excepto una persona”, dice sin citar a su hermano, quien rápidamente constituyó el también ya extinto grupo Beady Eye, mientras él se tomó tiempo para montar los High Flying Birds, a los que recientemente se han sumado sus ex compañeros “y amigos” en Oasis Gem Archer y Chris Sharrock.
“Es un proyecto en solitario o, al menos, no es una democracia. Estuve en una banda veintitantos años y no estoy interesado en estar en otra nunca más”, subraya ante quienes puedan pensar que eso hace de esta aventura algo más cercano al pasado: “De hecho, con cada álbum me he apartado cada vez más de esa órbita”, sentencia el autor de Wonderwall, Don’t Look Back in Anger o Champagne Supernova.
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En sus cajones siguen amontonándose canciones porque, afirma, “nunca he desechado ninguna”. De hecho, This Is The Place, la última, nació a partir de varios de esos retazos acumulados que, con el tiempo, tomaron su forma definitiva.
De ahí su otra gran consigna: “Nunca deshacerse de nada”, y pone como ejemplo el Jaguar Mark II de 1967 que se hizo diseñar a medida por un valor de USD 145 535... pese a no tener carné de conducir.
“Mira, una vez entré en una tienda de guitarras y me quedé loco por una de ellas. El tipo de la tienda me miraba sorprendido: ¿Esa? ¡Pero si esa me la vendiste tú!”, relata divertido.
“Por eso sigo teniendo el coche en un garaje en Buckinghamshire. Es un coche muy bonito y estoy seguro de que si me deshago de él, solo dos semanas después aprobaré el maldito test de conducir ¡y querré comprarlo de nuevo por el triple de su precio!”, concluye entre risas.