Mientras la Cámara Baja votaba la suspensión del diputado de Honor Colorado, Yamil Esgaib, por sus actitudes violentas contra mujeres, se lo pudo escuchar gritar a una de sus colegas una amenaza: “Johana, te voy a acosar”, dirigiéndose a Johana Ortega. Al exabrupto le siguió un coro de risas de algunos parlamentarios, en plena sesión de la Cámara de Diputados. El titular de la Cámara se limitó a llamar al orden a Esgaib, quien desafiante dijo: “¿Dónde dice la Constitución que no le puedo tirar un beso a Johana?”.
La suspensión se hizo a pedido de la diputada Rocío Vallejo, de Patria Querida, a quien Esgaib había amenazado “con romperle la boca” y hasta la acosó en su momento. Otro hecho de agresión similar lo sufrió la senadora Celeste Amarilla, en medio de la sesión de la Comisión Bicameral de Presupuesto del Congreso de la Nación, cuando Yamil Esgaib la amenazó con una trompada. La tercera parlamentaria agredida es la diputada Johana Ortega a quien el mismo legislador la llamó “perra peligrosa”, durante una sesión de la Cámara Baja.
Otro exabrupto de Esgaib fue transmitido en vivo y afectó a la periodista de Telefuturo, Rocío Pereira. El diputado colorado acosó a la periodista en los pasillos del Congreso Nacional, la tomó del rostro y le dijo al oído “no me vas a ganar”, luego rió burlonamente y tiró besos a la cámara. El diputado, asimismo, tuvo un trato agresivo hacia la periodista Sara Moreno. Durante una entrevista le pidió que deje de “hacer preguntas boludas” y la calificó como “autopercibida periodista comprada para romperme las bolas a mí”. Como corolario, Esgaib, después de burlarse de las denuncias en su contra calificó al tema feminicio de “pavada”.
Todos estos hechos, todas estas situaciones están configuradas como violencia política contra las mujeres.
Los exabruptos del diputado colorado, no obstante reflejan de alguna manera la sociedad en la que vivimos, en la que lamentablemente está prácticamente normalizada la violencia contra las mujeres y, precisamente, en los espacios políticos se siguen reproduciendo estos comportamientos machistas que perpetúan la discriminación, así como también la desigualdad.
Puntualmente, tal como señala un documento de Naciones Unidas, la violencia contra las mujeres en su vida política constituye un problema de derechos humanos que afecta a la democracia y constituye un obstáculo para el avance hacia la igualdad y por tanto también hacia el desarrollo humano sustentable. Añade que es una problemática latente a nivel mundial que incide sobre la dinámica democrática, especialmente en el ejercicio de la ciudadanía política de las mujeres.
Para las mujeres de nuestro país nunca ha sido fácil el ejercicio de sus derechos. Debemos recordar que el Paraguay fue el último país en reconocer el derecho al voto de las mujeres y es un gran desafío romper con la inercia, después de todo, lo que buscan los violentos y los acosadores sería mantener el statu quo del poder masculino. Se debe mencionar en este sentido que hace 50 años las mujeres representaban apenas el 10,9% de los parlamentarios de todo el mundo. En pleno siglo XXI, en América Latina, las mujeres ocupan el 30,9% de los escaños, lo que muestra todavía un bajo nivel de representación.
Un parlamento debería ser un espacio de discusión y debate serio, civilizado y respetuoso donde se trabaje por el bienestar común. No podemos, por tanto, aceptar que en ese espacio se normalicen conductas que agreden los derechos y la dignidad de las personas y no es aceptable normalizar la violencia policía contra las mujeres.