“Yo creo que la Virgen nos puso a prueba para ver si teníamos realmente fe en ella y veníamos con este tiempo. Antes de salir de mi casa, yo ya sabía que se venía la tormenta eléctrica, pero igual decidí venir como una tradición que tengo desde hace años”, comenta María Catalina Rivarola de Gómez, de 60 años, quien caminó en compañía de sus nietos desde el Kurusu Peregrino.
La mayoría de las peticiones eran por la salud y la unidad de la familia, según comentaban los peregrinos mientras se dirigían con destino a la capital espiritual del país.
Dentro de la Basílica y en los alrededores se podía apreciar a jóvenes y adultos con vendas y rengueando por las ampollas y fracturas que sufrieron durante la caminata realizada desde varios kilómetros.
“No importa el cansancio ni las heridas que tengo en los pies de tanto caminar. Llegar hasta acá en donde se encuentra la Virgen y se ntir su paz es reconfortante”, señaló Cinthia González, quien vino desde Coronel Oviedo con un grupo de amigos.
El clima inestable comenzó a sentirse en su máxima expresión a pocas horas de celebrarse el aniversario de la Virgen de los Milagros. Aun así los feligreses no paraban de llegar junto a la considerada patrona de los paraguayos.
Misa. Si bien comparando con años anteriores la cantidad de fieles que llegaron a Caacupé no fue la misma, la cantidad de participantes en la misa durante la mañana del 8 de diciembre, no dejó de ser impresionante en un día lluvioso.
A pesar del diluvio, la vista presentaba un mosaico de paraguas, pilotines, pero sobre todo, hubo mucha fe y entrega para soportar estar parados por un largo periodo, expuestos bajo el inestable tiempo.
Los servidores también presentaron su mejor predisposición durante la celebración para evitar el caos durante la misa y toda la fiesta mariana. Muchos de ellos contaban con improvisados pilotines y carpas. Algunos feligreses demostraron su solidaridad con ellos compartiendo su paraguas con los chicos.
Además del clima, algo diferente este año fue también la salida de la Virgen original durante la primera eucaristía que fue oficiada por el cardenal Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, Argentina.