El chiste de exiliado climático dejó de ser gracioso desde que en pleno setiembre tenemos sensaciones térmicas de 40°C. Cada año en la misma época los incendios (provocados y no) afectan la calidad del aire que respiramos. El río Paraguay, nuestra puerta al mundo, está llegando a niveles intransitables. Todo esto solo en términos del ambiente.
Buscar un trabajo digno que permita equilibrar los estudios es una tarea imposible, pero si decidís solo estudiar, preparáte para horarios que no contemplen tu vida personal y viajes en bus interminables. Si tenés la suerte de tener movilidad propia, es lo mismo porque el tráfico y los baches harán de las suyas.
En zonas rurales, la situación no es muy distinta. Las oportunidades laborales son aún menores y, ni hablar, de los servicios públicos de salud o educación. Como decía Alicia Amarilla, de la organización Conamuri, todo se centraliza en Asunción. Quienes pueden, vienen a la capital o alrededores a atenderse y eso genera más congestión (en los servicios), pero los demás se quedan sin la posibilidad.
Cada vez más escuelas rurales se están cerrando y las que no, se caen a pedazos. Este año tuvimos la oportunidad de conocer de primera mano a un grupo de jóvenes que no se calló ante estas injusticias pero la situación se replica a lo largo y ancho del país. Durante la semana conocimos el caso de 17 escuelas del departamento Central que no recibieron almuerzo escolar.
Los trabajos precarizados están a la orden del día. Según el Instituto Nacional de Estadística, durante el 1er trimestre del 2024, las personas clasificadas como desocupadas fueron alrededor de 212.740 personas, de las cuales, cerca de 93.375 fueron hombres (43,9%) y 119.365 mujeres (56,1%). Y podemos estimar que es un subregistro. Esto significa que más de 200.000 personas no tienen garantías de derechos laborales.
¿La solución que encuentran los jóvenes? Migrar. Y, según la condición económica, esto significa diferentes peligros. Para arrancar, la xenofobia, que todos los migrantes vivimos en algún momento y no es nada fácil. Pero la migración implica una serie de trámites burocráticos que no todos pueden costear, ni entender. Entonces cada vez más lo hacen en condiciones precarias.
El peligro de la trata es una realidad. Si estás buscando salir del país para lograr mejores condiciones de vida y alguien te ofrece una “oportunidad”, ¿quién pensaría dos veces? Detrás solo queda el abandono y las migajas que nos dejan.
Por eso es que a los jóvenes nos molesta tanto el discurso seudo patriótico de algunos sectores. Hacer patria es mejorar las condiciones de vida de las personas, no poner banderitas en las calles. Es salud, trabajo y educación para todos y todas. Es el cumplimiento de nuestros derechos, garantizados por la Constitución Nacional.
Los jóvenes nos queremos quedar. ¿Qué país nos dejan? Es hora de permitirnos construir lo que nos merecemos: Un país en donde proyectar nuestro futuro.