La visita del presidente de EE.UU., Barack Obama, y su esposa Michelle, será uno de los actos principales de la agenda de una ciudad que recordará a las más de 1.800 personas que murieron en el desastre.
Obama pronunciará un discurso en la histórica Universidad Xavier, destruida parcialmente por la catástrofe y donde insistirá en sus planes para acelerar la restauración de la ciudad.
Sus palabras también recordarán la mañana del 29 de agosto de 2005 en la que el corazón del huracán que avanzaba con vientos de unos 200 kilómetros por hora tocaba tierra en la desembocadura del río Misisipi en el Golfo de México.
En pocas horas, los diques del lago Pontchartrain y del Delta del Misisipi se derrumbaron y las aguas inundaron el 80 por ciento de Nueva Orleans.
El mayor desastre humanitario de EE.UU. dejó 182.000 edificios destruidos e imágenes de desesperación para el recuerdo.
“Era frustrante. Eran tiempos que nos pusieron a prueba. No sabíamos qué pasaba, si el seguro cubría la casa, si habíamos perdido todo”, dijo a EFE Charles W. Duplessis, que volvió a su nueva casa con su familia en marzo de 2010.
Las autoridades “no nos dejaban volver (durante los meses posteriores al desastre), pero sabíamos que íbamos a volver. Nuestra fe y esperanza nos lo decía”, añade.
Como ellos, cinco años después el 90 por ciento de la población evacuada ha regresado a sus hogares, a las nuevas casas construidas o los tráiler provisionales.
En junio de 2010 el 85 por ciento de los empleos que había antes de Katrina se había recuperado, pese a que el país está apenas saliendo de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión de los años 1930.
La ciudad empezó este año como el primer destino turístico del país y en febrero su equipo local de fútbol americano, The Saints, ganó la liga nacional.
Sin embargo, las ansias de cantar victoria se desvanecieron el pasado 20 de abril, cuando una explosión en una plataforma petrolífera gestionada por BP en el Golfo de México desató el mayor vertido de la historia del país.
La imagen de una ciudad que vive del turismo y del marisco que llega del Golfo volvió a resentirse y, desde entonces, el municipio ha invertido 5 millones de dólares en campañas para convencer al público de que el petróleo no llega a la festiva urbe, cuna del jazz y el blues y de la genuina cocina criolla.
Pero las consecuencias del huracán, del vertido y de la crisis frenan todavía una recuperación para algunos “frágil” y para otros “milagrosa”.
Nueva Orleans encabeza el índice de asesinatos del país. La pobreza, de un 23 por ciento, dobla la media nacional de un 11 por ciento. Negros y latinos sufren aún más las desigualdades. Sus ingresos son, respectivamente, un 44 por ciento y un 25 por ciento menores que los de los blancos.
En el Ninth Lower Ward, el barrio donde los equipos de socorro encontraron más cadáveres tras la inundación, la casa de la familia Duplessis es una excepción, ya que tres cuartas partes de las viviendas o de sus restos están vacías.
Pero los economistas destacan igualmente progresos, como el informe “The New Orleans Index at Five”, divulgado este mes por el Instituto Brookings.
“A pesar de soportar tres ‘shocks’ en los últimos cinco años, la Nueva Orleans metropolitana se recupera y, en algunas maneras, lo está haciendo mejor que antes”, concluyen los autores.
Entre otros ejemplos, el estudio dice que los sueldos medios han aumentado hasta un 14 por ciento en los últimos cinco años, alcanzando la media nacional, algo que no se conseguía desde los años ochenta en esta ciudad.
Se crean nuevos negocios, una tendencia que ha superado por primera vez en una década la media nacional, y nuevas industrias del conocimiento han surgido.
La reconstrucción sigue en marcha y la visita de Obama ha generado aún más expectación en un ciudad que dio el 80 por ciento de sus votos al ahora presidente y que espera impaciente más compromisos y hechos.