14 abr. 2025

Nuevo orden mundial o caos mundial

Desde su asunción a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump ha puesto patas para arriba el orden internacional que su propio país había construido y que rigió al mundo desde el año 1945.
Recordemos que en ese año había terminado la Segunda Guerra Mundial, que había dejado a más de 50 millones de muertos y a una Europa destruida y amenazada por el avance del comunismo soviético.

Para defender a Europa de dicha amenaza los Estados Unidos crearon la OTAN; para evitar que se repitan nuevas guerras y para proteger la paz crearon las Naciones Unidas; para reconstruir el mundo destruido por la guerra; y para fomentar el desarrollo de los países pobres crearon el Banco Mundial; para mantener la estabilidad monetaria internacional crearon el Fondo Monetario Internacional e impusieron a su moneda, el dólar, como la moneda global.

Este orden mundial fue muy beneficioso para gran parte de la humanidad; no hubo una nueva guerra mundial; Europa y Japón fueron reconstruidos y hoy son grandes potencias económicas; numerosos países pobres se desarrollaron –incluida China– y el crecimiento significativo del comercio internacional hizo posible la globalización que hoy tenemos.

Estados Unidos, que ha sido el líder de este proceso, lejos de empobrecerse se ha enriquecido aún más. Hoy sigue siendo la primera economía del planeta, es el centro financiero mundial, tiene las mejores universidades del mundo, sus fuerzas armadas son la más poderosa de la tierra y las mayores empresas del mundo son norteamericanas.

A pesar de todas estas ventajas para la nación norteamericana, también hubo algunos costos que hoy reclama un importante sector de la sociedad estadounidense. El más importante fue la desindustrialización del país, debido a la globalización que hizo que muchas de sus industrias se trasladaran al Asia y debido a la revolución tecnológica que hizo que los robots reemplazaran al obrero.

Debido a eso la economía norteamericana ha dejado de ser básicamente industrial y se ha convertido en una economía de servicios tanto de altísimo nivel de sofisticación, como de trabajos de gran precariedad.

En el primer grupo encontramos personas de un elevado nivel de educación y que ganan millones, como los de tecnología que están en el Silicon Valley, los financieros que están en Wall Street y los publicistas en la Madison Avenue.

En el segundo grupo encontramos a personas que han perdido su trabajo industrial, de bajo nivel educativo y que hoy tienen que trabajar en empresas de Call Center, de Courier o de comida rápida, en empleos transitorios y con baja remuneración.

Esta gente es una parte importante de los que apoyan a Donald Trump y su plan de reindustrialización de los Estados Unidos, implementando políticas proteccionistas, elevando los aranceles de importación con el objetivo de que las industrias vuelvan a radicarse en el país del norte. Ante un problema extremadamente complejo Trump ha adoptado una solución simple que está destinada a fracasar.

En lo económico ha generado un tremendo caos en las cadenas de suministro global que son las arterias de la economía, consecuentemente los precios de las materias primas y las Bolsas del mundo se desploman.

En lo político la amenaza de dejar de proteger a los países de Europa y a varios aliados, ha generado una terrible inseguridad en los mismos y una carrera para rearmase lo más rápido posible.

La mayor seguridad que estos países pueden tener es contar con armamentos nucleares. Por citar algunos, países como Alemania, Polonia, Japón y Corea del Sur tienen todas las condiciones para tener ese armamento letal en poco tiempo.

Hay una frase del gurú de la Administración Peter Drucker, que dice “pago 1 dólar por una buena idea y pago 1 millón de dólares por una buena implementación”. Las ideas de Trump además de ser malas, están terriblemente mal implementadas.

Lamentablemente no estamos encaminándonos hacia un nuevo orden mundial sino hacia un caos mundial.

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