Ellos plantean que en las colonias más pobres se crearon instituciones –reglas de juego que rigen en la política y la economía– más “inclusivas”, lo que condujo a un crecimiento a largo plazo. En cambio, las colonias más ricas a menudo tenían instituciones “extractivas”, ya que allí se ubicaron las élites que gobernaban fundamentalmente para su propio interés, lo que contribuyó a un mal desempeño económico a través de los años. Esto explica por qué algunas colonias que antes eran ricas ahora son pobres, y viceversa.
Los premiados señalan que hay una cadena de causalidad. Las instituciones creadas para explotar a la población son malas para el crecimiento a largo plazo, mientras que las que establecen libertades económicas fundamentales y el imperio de la ley son buenas. Las instituciones políticas y económicas también tienden a ser muy duraderas. Los sistemas económicos extractivos proporcionan ganancias a corto plazo para una élite gobernante; mientras que la introducción de instituciones más inclusivas, menos extracción y el imperio de la ley crearían beneficios a largo plazo para todos.
Desde hace años, el rol de las instituciones ha estado en el centro del debate económico a partir del aporte fundamental de Douglas North, quien recibió este mismo premio en 1993. En el trabajo de los recientemente premiados también se observa el legado de Angus Maddison, quien tuvo un gran aporte en el estudio de las causas del atraso de las economías menos desarrolladas y el análisis comparativo de los patrones de desarrollo económico.
La producción de conocimiento sobre los factores históricos que determinan la evolución de los patrones de crecimiento económico constituye un aporte fundamental para avanzar hacia sociedades y economías desarrolladas.
Sin embargo, como todo conocimiento, el estudio realizado por Acemoglú, Robinson y Johnson no está exento de críticas por parte de economistas conocidos y no tan conocidos. Las críticas se refieren tanto al abordaje teórico como al modelo empírico.
La principal crítica es el simplismo teórico al considerar como determinante casi exclusivo a las reglas y su calidad, además como factor intrínsecamente exógeno. Esto ignora el rol de otros factores que al introducirse en el modelo podrían ser igualmente relevantes, como la geografía, la dotación de recursos naturales, las desigualdades, la cultura y la historia.
También es fuertemente criticado el modelo empírico, ya que una de las variables utilizadas es la mortalidad de los colonizadores. Ellos encontraron una relación inversa entre esta y el PIB per cápita actual. Cuanto mayor era la mortalidad entre los colonizadores, menor el PIB per cápita actual. El vínculo –según los autores– es que lo “peligroso” que era colonizar una zona afectó a los tipos de instituciones que se establecieron.
La economía, como cualquier disciplina social, es una ciencia que debe estar en permanente construcción. La economía cambia, la sociedad cambia, el ambiente cambia y las personas cambian. Los determinantes de cualquier fenómeno son un conjunto de variables que pueden actuar de manera independiente o pueden estar interrelacionadas. Por lo tanto, cuando analizamos los nuevos conocimientos es necesario siempre con una mirada constructiva así como crítica. Pero sobre todo, esta mirada debe ser a partir de la lectura directa de los autores, así como de sus críticos. Solo de esa manera, podremos avanzar en el debate de las ideas políticas y económicas. Este premio es una invitación a la lectura y al debate colectivo sobre los determinantes del crecimiento económico.