Así lo expuso este martes la directora del programa de Biología Marina y Biogeoquímica de la sede principal de la NASA, Laura Lorenzoni, en un receso del 26° Congreso Internacional Ocean Optics, en el que expertos de todo el mundo exponen los avances más recientes en el estudio del color del océano y la óptica marina, áreas fundamentales para comprender el impacto del cambio climático en los ecosistemas marinos.
El color del océano
La científica senior del laboratorio de Ecología Oceánica de NASA, del centro espacial de vuelo de Goddard, Violeta Sanjuan, que estudió Oceanografía en Gran Canaria, recordó que PACE es el satélite más reciente en la flota de observación de la Tierra de la agencia del Gobierno estadounidense y explicó que su primera misión “ya permite ver con mucha definición el color del océano”.
“Antes podíamos ver entre siete y diez colores, que nos daban información del contenido del agua; ahora, las misiones como PACE son hiperesprectales, ven todos los colores disponibles, hasta 256, y nos dan mucha más definición, y con ello, podemos saber con muchos más detalles qué comunidades de fitoplancton hay en el agua”, ya que cada una tiene diferente coloración, refirió.
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Esto permite monitorizar a diario información sobre cambios de especies, resaltó Sanjuan, quien admitió que, desde el punto de vista de la óptica marina, Canarias (archipiélago español) es una zona muy interesante por la dificultad que entrañan el afloramiento sahariano o los vórtices que se generan al sur, lo que hace que los algoritmos tradicionales que se usan para ver clorofila y fitoplancton no funcionen con estos valores tan extremos, a lo que se suma la contribución del polvo sahariano, que dificulta la señal óptica.
Un buen laboratorio
“Esto hace que sea una zona importante porque supone nuevos retos y también es un buen laboratorio para investigar diferentes algoritmos que nos puedan dar una mejor definición”, ámbito en el que existen trabajos locales, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y la Plataforma Oceánica de Canarias, muy relevantes, dado su amplio conocimiento en óptica, añadió.
Laura Lorenzoni subrayó la importancia de los datos que ofrecen los instrumentos de óptica oceánica, puesto que “permiten entender de manera indirecta qué es lo que está en el agua, flotando o disuelto, y eso nos da información sobre la salud del océano y cómo ha estado cambiando”.
Debido al calentamiento global, los cambios detectados a nivel global consisten en una redistribución de las especies de fitoplancton, si bien se continúa investigando para entender “cuál va a ser el impacto” de este fenómeno en los seres humanos, las pesquerías o el turismo, que se pueden ver perjudicados por la proliferación de macroalgas como el sargazo en las playas, como ocurre en el Caribe y pasa también, cada vez más, en el Atlántico.
“Hasta ahora hemos podido ver si hay o no hay, ahora podemos entender quién está ahí, qué tipo de fitoplancton es tóxico o no, si es favorable a la pesquería o no, y eso nos permite entender cuál es la salud del océano, por qué hay ciertas especies que no se dan, a menos que las condiciones sean nocivas o favorables”, precisó.
Así, se constató que el calentamiento de las latitudes medias y altas propició la expansión de especies que antes no estaban en esas zonas, de la misma forma que se constató un incremento de las olas de calor marinas, como ocurre en tierra, que causan que macroalgas y otros organismos que están fijos en el sustrato rocoso, que no se pueden mover, acaben muriendo.
Fuente: EFE.