13 ene. 2025

O nos salvamos todos o nos hundimos juntos

Dispuesta a escribir la columna de setiembre, frente a la pantalla en blanco, se agolpan en mi mente y en mi corazón ideas y sentimientos tan variados como extremos. Y me pregunto, ¿cómo enfocar la mirada en un tema en esta quincena de setiembre que nos plantea tamaños desafíos como sociedad y como líderes?

Cómo priorizar uno de los temas sobre los demás cuando la pandemia está poniendo en jaque la subsistencia de tantas personas que perdieron todo y se debaten por sobrevivir, la sequía devasta la producción y arrastra con ello la cadena de trabajadores y proveedores a empobrecerse rápidamente; cuando los estudiantes están perdiendo un año de sus vidas sin poder acceder al conocimiento a través de la tecnología que no tienen las escuelas y maestros; cuando hay familias que lloran la partida de casi 600 personas por Covid en soledad, cuando hay quiebres tan severos de las libertades como el secuestro, la extorción y la muerte, sin justificación alguna, y no podemos confiar en las autoridades para que los eviten o resuelvan; cuando constatamos cada día la inoperancia de las instituciones y empresas públicas que están en manos de truhanes y oportunistas, preocupados solo de sus negociados y sus cargos; cuando se destapan a cada rato fatos de corrupción que soñábamos estaban coartados por la Justicia; cuando constatamos que los niños no solo no aprenden en las escuelas sino que cada año se atrasan más; cuando descubrimos que los maestros no conocen las materias que enseñan y en vez de avergonzarse y reparar el hecho, reclaman aumentos salariales; cuando vemos como, a lo largo y ancho del país, los sueños y el trabajo de tantos emprendedores se deshacen porque ante la debacle de la economía están solos, sin apoyo; cuando no podemos respirar porque hay quienes queman basura y campos sin importarles el daño que causan, y nadie toma medidas; cuando en apenas 30 km en una ruta se ven más infracciones a la reglas de tránsito que acciones que las cumplen, sin ningún control policial, etc., etc.

Ante tamaño desorden y falta de esperanza podríamos tender a dejarnos llevar por un “sálvese quien pueda” y dedicarnos a obtener lo mejor que podemos para nosotros mismos, pero a la larga no será suficiente haber tenido éxito sobreviviendo al Covid, ya que es imposible sostener el éxito en una sociedad fracasada, como lo señalara el filántropo Stephan Schmidheiny.

Esta triste realidad nos desafía a un nuevo sentido de propósito para nuestras vidas en el que no nos queda otra que involucrarnos seriamente para resolver los graves problemas de la sociedad que las instituciones o no pudieron solucionar o se encargaron de crear o profundizar.

La pelota está en nuestra cancha. Una responsabilidad ineludible para los líderes Covid.

O nos salvamos todos o nos hundimos juntos.

Socia de ADEC.