“La montaña es un espacio de silencio para encontrarnos con Dios y escuchar su voz, pero no podemos quedarnos allí” (…) El encuentro con el Señor nos impulsa a bajar a la llanura, donde encontramos a tantos hermanos afligidos por la fatiga, las enfermedades, las injusticias, la ignorancia y la pobreza material y espiritual”.
El prelado ilustró realidades que enfrentan muchas familias como la preocupación por las necesidades de las casas, sin dinero que alcance para comida siendo las señoras las que saben todos los días lo que falta.
Describió que a veces la gente deja mercaderías en el carrito porque no les alcanza. ‘‘Vemos a gente de un lado para otro. Muchas veces no hay trabajo. Se convoca una empresa para 20 empleos y vienen 200 jóvenes que están esperando su momento. Escuchamos que dos días forman fila para la inscripción de una escuela, los útiles escolares, los uniformes. Y para los enfermos remedio’’
Citando a Francisco, el obispo llamó a mirar hacia los más vulnerables, los excluidos de la periferia, los descartados. Criticó a quienes ostentan poder y abusan de él como políticos, fiscales, empresarios que explotan a los demás.
El prelado también mencionó las graves crisis que afectan a la sociedad, como las adicciones, la explotación y las desapariciones de jóvenes y adolescentes. “¿Qué está pasando? ¿Qué manos oscuras hay detrás de estas desapariciones? ¿Cuántos reclamos hay que no estamos escuchando?”, preguntó.
Valenzuela criticó a los creyentes que se conforman con una fe cómoda y pasiva. “Hoy estamos aquí, en lo alto de la montaña, pero debemos bajar a donde nos necesitan. Esa es la vida cristiana: Llevar la palabra de Dios a los que más sufren”.