Acostado en el piso de tierra de la casa materna en el barrio Terraza de la ciudad de Limpio, Octavio Díaz López trabaja concentrado bajo el auto que está armando.
Poco importan los 35°C y el intenso sol cercano al mediodía. Para él, el tiempo se detiene en ese instante.
“Ese es su mundo. Si le dejás va a estar todo el día ahí. Por eso cuando llega la hora de comer, le llamo, se baña y después descansa a la siesta”, cuenta Francisca López, mamá del joven.
Octavio tiene 22 años y es autista. Su condición fue diagnosticada a los siete años. Desde su nacimiento hasta esa edad padecía de constantes convulsiones.
El auto en el que trabaja Octavio en su casa, es de tamaño real y fue armado por él mismo. En el mismo lugar también está un vehículo que simula un ómnibus de la empresa Lomagrandense.
Cada tarde, pasea a los niños del barrio empujando el vehículo por las calles cercanas a su casa. Francisca contó que su hijo tuvo una educación escolar en el Pequeño Cottolengo. Luego ya no quiso continuar.
A los 11 años había aprendido a armar y desarmar autitos. Ahora ya lo hace con piezas reales de vehículos. Su habilidad innata para la mecánica también la aplica en motos y bicicletas que le traen sus vecinos. “Yo le solía comprar los autitos y él les quitaba la rueda y les ponía a esos cartones de leche para armar otros autos”, relató Francisca.
Las piezas con las que trabaja son recogidas de los talleres que aceptan a darle esas partes. Luego las va juntando en el fondo de casa. “Él trae esas partes y algunas veces me pregunto en qué va a usar. Pero en su cabeza ya sabe cómo”.
Anhelo
La mamá del joven mecánico cuenta que uno de los anhelos de su hijo es poder contar con su propio taller. La idea es poder construirlo en el pasillo que está al costado de la casa. Para eso hacen falta materiales. También desea contar con más herramientas, como un gato hidráulico y otras para seguir su trabajo.
Si bien su mamá tiene la intención de comprarle a su hijo las herramientas que le faltan, los pocos ingresos que consigue en su trabajo de niñera impide que cumpla. “Muchas veces cuando me pide para sus herramientas, siento mucha impotencia y lloro porque no puedo cumplir con él”, cuenta.
La cama donde duerme Octavio tiene un colchón que ya está viejo. A causa de ello le causa reacciones alérgicas. Por ello es necesario cambiarlo.
Los pocos ingresos hacen que algunas veces en la casa falten algunos víveres como azúcar, galleta y café, los alimentos que son preferidos para el joven mécanico.
Francisca y sobre todo su hijo estarán muy contentos si las personas que conocen su historia puedan darles una ayuda solidaria. Quienes deseen hacerlo pueden comunicarse al (0976) 514-631.
“Si nos donan los materiales, nosotros tenemos gente que puede construirnos el taller. Ahí va a poder guardar sus herramientas y sus autos”, dice Francisca aguardando el milagro de estas fechas para su hijo.