01 may. 2025

Odiarás a tu prójimo como a ti mismo

Miguel H. López – @miguelhache

Contaba una amiga que cuando estudiaba en una muy reputada escuela católica en Asunción, un día, la monja –que era su guía espiritual y moral– le llamó la atención sobre su relación con “unos niños pobres de la calle”. Le dijo que tuviera cuidado. Que podía hacer con ellos alguna caridad, pero que “esos” no eran como ella; que nunca serían iguales, que en lo posible evitara juntarse con ellos. Que tomara distancia. Este pensamiento, aunque parezca anecdótico, no es aislado. Se halla muy arraigado en una franja importante de esa población que se refugia en el catolicismo, sus instituciones y dogmas para expiar sus penas, encubrir sus errores o esconder sus despropósitos. Esto incluye a muchos pastores (de todas las jerarquías), al igual que a muchos mandos medios de la fe, así como a los creyentes más peregrinos.

Por tanto, no extraña que en este momento haya una polarización en la sociedad, insuflada justamente desde esas carpas, en torno a un asunto que la misma Iglesia Católica denomina ideología de género, que en definitiva es su propia creación; porque en la realidad no existe.

Con este nuevo pretexto –ya que investirse a lo Torquemada sería poco contemporáneo, aunque no indeseado por muchos–, los “dueños de la fe y del modo correcto de vivir” abrieron las compuertas para acelerar la escalada de odio que se viene incubando progresivamente en carpas de grupos que abrevan en el nazifascismo y toda la raigambre conservadora anticientífica y antihumana. Los sicólogos suelen decir que el miedo es la madre de casi todas las fobias. Y ante esta situación, el odio y la violencia se traducen en sus respuestas más comunes, y en sus reacciones más básicas e irracionales.

Crecí leyendo y reflexionando sobre los textos bíblicos. Mi familia es creyente. Siempre nos dijeron que el dios católico era de amor. Que su hijo Jesucristo había entregado su vida en la cruz, por amor a toda la humanidad. Por el amor de los unos a los otros como a uno mismo. Que esos eran los fundamentos del ser cristiano. Entonces, observando el odio y los sentimientos de discriminación que hoy emergen desde algunos grupos católicos –principalmente los que están más vinculados a las jerarquías– hacia gente diferente a ellos, que no comulgan con sus ideas, usos y costumbres, no sé si nos hablaban de otra cosa o sencillamente nos mintieron.

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Este virus del no querer al diferente también se inquieta en los grupos donde comulgan otros credos. Y aunque nadie puede obligar a terceros a tolerar si no lo sienten, están impelidos a respetar al semejante. Porque el odio que están destilando terminará asfixiándoles en sus cavernas.